La pena de decir adios

Corría Junio en el invierno del 2012, días muy fríos, cuando en uno de mis recorridos por los caminos me encontré con la perrita de la imagen, quizás la recuerden aquí. La habían abandonado en los cerros cerca de la región metropolitana en pleno invierno, bajo las continuas lluvias junto a todos sus cachorros que inocentemente jugaban entre el barro, las cuevas y los árboles. Fue ahí cuando conocí a Isabel, hacía poco le habían entregado su casa, imagino que vió en mis ojos desesperados y se ofreció a llevarse a la perrita junto a todos sus cachorritos.

Inmensamente agradecida, le ofrecí toda la ayuda posible, dar a sus pequeños en adopción y lo que fuera necesario. De ser una perra abandonada pasó a llamarse Layka, sus cachorros se fueron en adopción responsable, pero hubo una de sus hijas que se quedó junto a su madre a ser parte de la familia de Isabel.

El 8 de Agosto me llama Isabel, con lágrimas me cuenta que su amada Layka había partido, que la pena era inmensa, alcanzó hacerla feliz durante ocho años desde aquel día en el cerro cuando decidió llevarla a su casa.

Vaya para Isabel todo mi agradecimiento de por vida, por haber confiado en mi y el trabajo que hago sin esperar nada a cambio, por haber amado tanto a su perra, que sin tener ninguna experiencia con perros, su corazón escogió adoptar un perro abandonado de los caminos.

Con el paso del tiempo, han sido cientos los perritos que he rescatado de los caminos, muchos de ellos ya han partido, dejando a sus dueños con una tremenda pena.

Pienso en ustedes quienes me siguen, les debo tantas historias finales de sus partidas, pero el tiempo para hacer más se me hace demasiado corto. Entre ayudar a los perros del camino, a las muchas personas que me escriben o llaman pidiendo que las ayude a buscar a sus perros perdidos o encontrados, contestar las decenas de mensajes que me dejan por interno a través de Facebook casi se me hace imposible.

Cada ser tiene su historia, algún día trataré de ponerme al día, por ahora en pandemia, disfruto mi hogar, mi esposo y mis perros, ya llegará el momento de disfrutar a quienes no tengo a mi lado.

Vaya para quienes algún día me han adoptado los perros del camino, todo mi agradecimiento, por ese amor que a ellos les entregaron.

Dense ánimo, confiemos que pronto pasará esta pesadilla.

"Un perro no tiene por que andar en la calle solo, debe salir a pasear tirado de una correa de la mano de su dueño, de lo contrario se convierte en un perro callejero." Hoy la ley prohíbe que los dueños dejen salir solos a sus perros a las calles