Revista Cultura y Ocio
Leo otra novela de Bohumil Hrabal, que se titula La pequeña ciudad donde el tiempo se detuvo. La traduce para la editorial Destino Monika Zgustová.Encuentro de nuevo a los mismos personajes a quienes tuve la ocasión de conocer en una obra anterior (se alude al hermoso cabello ya cortado de la madre), y me sigue dejando perplejo el modo de vida de estos enigmáticos personajes, que viven entre cerveza, reacciones cuyos mecanismos me veo imposibilitado de explicar, cánticos estruendosos e invasiones nazis. Sigo sin entender de forma “esencial” al vocinglero Pepin, pero me divierto con sus peripecias.Lo mejor de la narración, sin duda, la atmósfera melancólica que el autor ha sabido dibujar al final, y que me he dejado pensativo, rodeado de silencio. Hrabal es un autor en el que no consigo entrar del todo, pero que me fascina. Resulta un poco difícil de explicar.Frases que he subrayado en el tomo: “A Dios le gustan los locos y los lunáticos”. “Dios admira las mentiras repetidas con fe, las mentiras entusiastas le resultan más agradables que una verdad razonable, sosa y aburrida”.