Revista Cultura y Ocio

«La pequeña vendedora de fósforos»

Publicado el 30 abril 2015 por Carmelo Carmelo Beltrán Martínez @CarBel1994
Una de las series de televisión que marcó mi infancia, y para qué engañarnos, que sigo viendo cada vez que lo encuentro, es Shin Chan.
¿Quién no conoce esta serie? De todos modos, no vengo a hablaros de ello. Sí que quiero empezar a hablar de series de televisión que me hayan gustado, pero para eso haré una sección nueva con una serie de entradas dedicadas a ella.
Lo que hoy os traigo es una nueva entrada de la temática «Leyendas». Para los más nuevos, esta es una de las secciones más jóvenes del blog en la que os cuento alguna de las historias más curiosas que existen en las diferentes culturas expandidas a lo largo del globo terráqueo. La última fue estaVainamoinen, leyenda finlandesa con la que estos nórdicos intentaban explicar el origen del mundo.
«La pequeña vendedora de fósforos»
En la entrada de hoy tomamos un avión y nos desplazamos más hacia el este. Concretamente hasta el país del sol naciente, Japón.
Como decía, Shin Chan me encantaba, y me sigue gustando. De entre toda su variedad de episodios había una que llamaba profundamente mi atención. Estos capítulos eran los dedicados a parodiar leyendas e historias japonesas. De todas ellas una me encantó, y esa es la que os traigo hoy.
La pequeña vendedora de fósforos
Reinaba un frío horrible; nevaba desde la mañana;se aproximaba la noche y era el último día del año.En medio de las ráfagas, en aquel frío glacial,una pobre niña andaba por las calles,destocada y descalza.Al salir de su casa llevaba unas zapatillas,¿pero de qué le servían?Eran muy grandes y su madre las habíausado hasta entonces.
La pobre niña las perdió al cruzar una calle corriendopara no ser atropellada por los cochesque pasaban veloces.Una de ellas había desaparecido y no pudo encontrarla;la otra fue recogida por un muchachoque escapó diciendo que la conservaríacomo cuna para cuando tuviese hijos.La niña andaba con sus piececitos desnudos,rojos y azulados a la vez por el frío.En un viejo delantal llevaba un paquete de cajas de fósforos y un haz de éstos en la mano.No había podido vender nada en todo el día,ni nadie le había dado ni siquierauna moneda de limosna.Temblando de frío y de hambre,la pobrecilla semejaba la estampa de la miseria.Copos de nieve cubrían su larga cabellera rubia, que en graciosos rizos le caía por la espalda;pero poco pensaba en eso ahora la niña.Brillaban luces en todas las ventanas ypor el aire flotaba un delicioso olor apavo asado, porque era Nochebuena.¡Y en esto sí que pensaba!
En un rincón formado por dos casas, una de las cuales sobresalía de la otra,la niña se sentó y se acurruco,procurando no tocar el suelo con los pies.No osaba volver a casa, segura de recibiruna paliza de su padre por no haber vendidouna sola caja de fósforos ni llevar una moneda.Además, en su casa hacía frío también,porque no tenían más abrigo que el techo através del cual silbaba el viento,aunque se habían tapado las rendijascon paja y trapos.
Tenía las manos heladas.¡Oh! ¡Quién sabe si encender un fósforo le haría bien!¡Si se atreviese a sacar de la caja un fósforo,aunque sólo fuera uno, frotarlo en la pared y calentarse los dedos entumecidos!Sacó uno. ¡Chis! ¡Cómo chisporroteó y luego empezó a arder!Daba una llama caliente y brillante, como unacandela, que ella cubrió poniendo las manitas encima.¡Era una maravillosa lucecita.A la niña le parecía estar sentadaante una gran estufa de pies y cubierta de bronce.¡Qué bien ardía! ¡Qué cómoda se sentía allí!.Pero la pequeña llama del fósforo se apagó, la estufa desapareció y sólo quedó uncabo del fósforo en su mano.Frotó otro contra la pared.Se encendió y brilló una luz que,al proyectar se en el muro,dio a éste una transparencia de fino veloque permitía ver el interior de la casa.Se veía una mesa cubierta con un blanquísimomantel y llena de vajilla de porcelana yse percibía un delicioso olor a oca asada,rellena de manzanas y ciruelas.Y he aquí que la oca, con un tenedor yun cuchillo clavados en la pechuga, empezó a moverse y se presentó delantede la pobrecita niña.
«La pequeña vendedora de fósforos»
Pero todo se desvaneció al apagarse el fósforo;sólo quedó la pared fría y húmeda.La niña encendió otro fósforo, el tercero, y se vio transportada cerca de unárbol de Navidad, mucho más espléndidoque el que ella vio, hacía un año,desde la puerta de la casa de un rico comerciante.Las verdes ramas brillabancon centenares de candelas de colores,alumbrando preciosas muñecascomo las que había visto en los escaparates.La pequeña tendió sus manitas. . .y el fósforo se apagó.Las luces del árbol de Navidad parecieronascender muy alto hasta convertirse enestrellas en el cielo.Una de ellas cayó hacia la tierra,dibujando en el cielo un trazo de luz.-Alguien se está muriendo -pensó la niña.Su abuela, la única persona en el mundoque la había amado, le dijo un día quecuando una estrella cae, un alma sube al cielo.Frotó otro fósforo en la pared,que se encendió en seguida.Y en el centro de un gran resplandor, la niña vio, ante ella, a su abuela;sus vestidos irradiaban luz y su rostrotenía una expresión dulce y tierna.-¡Abuelita! -gritó la niña-.¡Llévame contigo o, cuando se acabe el fósforo,me abandonarás, te desvaneceráscomo el fuego de la estufa,como la oca asada y como elespléndido árbol de Navidad!¡Quédate conmigo, te lo suplico,o llévame a donde vayas
La niña encendió otro fósforo, yluego otro y otro, para evitarque su abuela desapareciese, y, finalmente, prendió el haz entero.Su abuela nunca había sido tan alta yhermosa como en aquellos momentos.Tomó en sus brazos a la niña y sela llevó volando, envuelta en luz y alegría,hacia las alturas celestes, donde no reinaba frío,no se pasaba hambre ni se sufrían penas,porque era la casa de Dios.
En aquel rincón de la calle, sentada yrecostada contra la pared, con las mejillasrojas y los labios entreabiertos por una sonrisa,la niña fue encontrada muerta de frío.El sol de Navidad iluminó su helado cuerpecito.La niña estaba rígida, con el paquetede fósforos del cual había quemado una caja.
-Se ve que trató de calentarse-dijo la gente.Pero nadie adivinó las bellas cosasque había visto ni a qué gloria habíasubido llevada por los brazos de su abuela.
Fuente
Por si os habéis quedado con ganas de más u os da pereza leer, os dejo por aquí además el audiolibro.

@CarBel1994

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