El miedo campa a sus anchas entre quienes tienen que ganarse el pan y la sal para seguir adelante, el trabajo se convierte en un tesoro que tenemos que guardar celosamente. Ej: Trabajadoras que no declaran en un juicio por miedo a lo que sus dictatoriales jefes hagan posteriormente con ellas.
El problema no es el miedo, el problema es que estamos dejando de estar en una sociedad del bienestar para caminar hacia una sociedad esclavista donde las jornadas de trabajo siguen prolongándose, el problema es la falta de distribución de la riqueza, el problema es que la crisis es la excusa de la que presumen quienes quieren que trabajemos más horas, que seamos más productivos, que seamos más flexibles, que aumentemos nuestra competitividad. Ej: La Asociación Scouts Tres Mares acepta la rebaja a la mitad del Espacio Joven que el Consejo de la Juventud rechazó porque no cubría los costes laborales de las dos personas que trabajaban ahí.
El problema es que buscan que compitamos con nuestros semejantes, con nuestros vecinos y nuestras vecinas, con los y las compañeras de trabajo, que compitamos por mantener un puesto de trabajo que tendría que ser un derecho pero que se está convirtiendo en un lujo del que no podemos prescindir. El desempleo es malo para la clase trabajadora pero bueno para la clase empresarial que tiene mano de obra disponible y puede seguir abaratando los costes laborales.
Entonces hay que empezar a plantear, entre todas y todos, que no puede ser la oferta y la demanda quien ponga los precios que cuestan las cosas, que tendrá que haber un precio ético para la realización de un trabajo o de un servicio. Que no se pueden liberalizar las cosas porque acaba siendo favorecer a las grandes empresas transnacionales a las que lo mismo les da cuidar bebés, que limpiar calles, que gestionar residencias de ancianos. Les da lo mismo mientras puedan extraer de esos negocios dinero y más dinero y tendría que haber otras cosas que primaran sobre lo económico. (Tendrá que haberlas si queremos que nuestra sociedad progrese).
El problema es el modelo económico egoísta que deja en manos del mercado cómo va a tener que gestionarse todo, cuando la realidad es que el mercado es insensible a todo aquello que no le genera beneficio económico. El problema se llama neoliberalismo, que es la fase actual del capitalismo y es un sistema económico voraz, incapaz de comportarse de manera humana, de ahí el naufragio de la tercera vía socialdemócrata.
El otro día empezaba mi intervención en el pleno con una cita que me parecía muy representativa con los tiempos que corren, es de Ronald Colman y la recupero para esta entrada:
“Nada de lo anterior significa que no deba haber crecimiento de ningún tipo. Algunos tipos de crecimiento económico refuerzan claramente el bienestar, aumentan la equidad y protegen el medio ambiente. Hay trabajos vitales que deben hacerse en nuestra sociedad: la crianza de los niños, el cuidado de los indigentes, la restauración de los bosques, el proveer comida y albergue adecuados para todos, el reforzar nuestros conocimiento y entendimiento y el fortalecer nuestras comunidades.”
Partamos por recuperar una propuesta política para la mayoría, que una minoría llevamos defendiendo desde hace mucho tiempo, partamos de la realidad para conseguir estructurar nuestra lucha política y tener asideros fuertes entre la ciudadanía, para descubrir cuáles son las claves que pueden llevar a la clase trabajadora, tanto del sector privado como del sector público, a los grandes pagadores de la crisis, a quienes tienen miedo a perder su trabajo y aceptan trabajar más horas, a quienes viven en unas condiciones laborales propias de otro siglo, a los autónomos y pequeños y medianos empresarios que se sienten estafados por un sistema financiero y económico que beneficia a las grandes empresas. Busquemos las claves para conseguir que la mayoría pierda el miedo, para decir que somos más y tenemos más fuerza, y por eso nos temen y consideran peligroso la estructuración de cualquier tipo de protesta que cuestione el sistema económico.
Pero es que es legítimo esperar una sociedad más humana, humanizadora, que respete los derechos como tales, una ciudad más vivible y habitable, una educación pública, laica y gratuita, una salud pública para todos y para todas. Esto desde mi punto de vista, con mis defectos y carencias y los de quienes apostamos porque la esperanza venza al miedo se llama socialismo.
Jorge Riechmann lo cuenta muy bien en un poema en La estación vacía, se llama Socialismo y ronroneo:
Hay algo elemental, irrechazable, justo
en el gato que busca una caricia.
Pienso en relaciones sociales decentes
y en derrotar al fascismo.
La gata se acurruca sobre mí.
Si pudiéramos siempre completar la caricia.