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Yo paso los veranos desde hace más de treinta años en un pueblo costero de Galicia. Allí para los que no saben, acuden gente en peregrinación de todas partes del mundo, especialmente de Europa; a mis 65 años, ya estoy jubilado, pero aún mantengo un físico joven; no es que me cuide mucho, nada de eso; simplemente hago caminatas diarias de dos o tres horas, debido fundamentalmente a que tengo algo subidos los parámetros del azúcar y la tensión arterial; y antes de dejar de comer la mayoría de productos que lo prohíbe el médico, prefiero rebajarlo en forma natural, mediante el andar; y me ha ido muy bien hasta la fecha. Además mi vestuario siempre fue de joven, y a la moda.
Estoy viudo desde hace cinco años; mi mujer murio de un paro cardíaco con 60 años, sin haber estado enferma ni undia, éramos de la misma edad y llevábamos juntos treinta años; precisamente nos conocímos en ésta playa, y no habiamos de dejado de venir todos los veranos hasta que ella falleció. A partir de esa fecha yo vengo solo; habíamos comprado una casita vieja, que poco a poco fuimos restaurando, hasta dejarla muy bonita, acogedora y cerca de la playa; y porque guardo muchos recuerdos pasados con mi mujer, decidi seguir viniendo y recordar lo felices que fuimos aquí.
Un día de éstos, el cielo estaba un poco nublado, así que decidí no ir a la playa e irme a caminar hacia la carretera, por donde pasa el camino de peregrinos que se dirigen hacia la catedral de Santiago de Compostela; ya lo había hecho mas veces, aunque a mi mujer no le gustaba, porque decía que se sentía mal al ver llegar a los peregrinos, todos cansados, sucios, con las piernas destrozadas y un cargamento de mochila grande en su espalda.
Sin embargo a mi sí que me gustaba, me saludaba con todos los que querían saludarte y con los que no tambien; era muy distraído y se pasaba la mañana rápidamente, hasta volver a casa a comer, o ir a algúna terraza de la playa, donde me encontraba con amigos todos los años.
Ese día nublado, un poco cansado de la caminata, me senté en un banco de madera, puesto para precisamente los peregrinos; en eso estaba cuando de pronto una chica rubia, joven con acento extranjero, se me acerca y con una sonrisa me dice: mucho cansado, yo sentar aquí? Si porsupuesto, le dije, y me hice a un lado dándole más espacio; gracia, me dijo, y se despojo de su mochila, que debía pesar treinta kilos, se quitó la gorra de la cabeza y se sentó a descansar.
Yo tenía apoyado en el otro lado del banco un botellin de agua; y muy gentilmente se lo ofrecí. Ella al verlo, inmediatamente con una sonrisa y otro: gracia, cogió el botellin, le quito el tapón y se lo bebió de un solo solo trago. Al terminar, me miró y me dijo: sorry, yo mucho sed. Si si, le dije yo, era para ti, todo; gracia, me dijo, y extendiéndose la mano añadió: Sofía, Alberto, le dije yo.
Sofía, era una chica rubia, muy guapa, de ojos azules, no muy alta, delgada, de buen cuerpo y según me dijo después, tenía 23 años, vestia un vaquero viejo, roto y sucio, unas camisetas por debajo y una camisa de cuadros de hombre abierta encima, llevaba colgada en la mochila una chaqueta de plumas rojo.
Venía sola desde Dinamarca. Primero en tren hasta Francia, y desde allí caminando cerca de un mes. Cuando le pude entender en su medio castellano, medio inglés y seguro tambien danés, casi me da algo. Ella reía al ver mi cara diciendole, un mes caminando? Si, o yes, decía ella riendo. Yo que me creía un caminante por las dos o tres horas diarias; ella me dio a entender que caminaba entre ocho y diez horas diarias.
Es increíble, le decía yo; luego de tanto esfuerzo por hacerme entender, le pregunté, a que se debía, su peregrinaje; si era por una promesa, por ganar algún perdon o algo así. Ella en su medio lenguaje me dio a entender, que no era creyente en dios y que lo hacía por aventura. Pero porque hasta aquí, le dije; si todos los que vienen lo hacen para ganar el jubileo, que para que me entienda, era como una bendición de dios. Ella se reía, si, me dijo, lo sé, pero yo no creo en jubileo ni en bendición; para mi solo aventura, añadió en su lenguaje.
Y porque viajas sola, le pregunte; no tienes miedo? No, para nada, me dijo, es muy seguro hoy viajar por Europa y más por España, añadió. Todo esto hablamos en algo más de tres horas, entre que yo preguntaba, hasta que me entiendia; lo que me contestaba, hasta que e logre entender, se pasó la hora, incluso de ir a comer. Como no había tiempo de playa hoy pensaba comer en casa; tenia li unos chipirones listos para freír y una ensaladilla echa temprano y que estaba en la nevera.
Viendo la hora, le pregunté si quería venir a casa a comer conmigo. Ella al entender mi invitación abrió los ojos azules, bien grande y con esa sonrisa propia suya, me dijo: si si, yes yes, gracia. Así que levantándonos y ella cogiendo su mochila, nos dirgimos a mi casa, que estaba a unos quince minutos andando. Al llegar, le ofrecí el baño, para si quería darse una ducha antes de comer, mientras yo terminaba de preparar la comida;; si si, yes yes, dijo ella
Como éramos dos para comer, tuve que improvisar y aumentar unos filetes de ternera que los tenia para el dia siguiente, con patatas fritas, aparte de los chipirones, ya que después de tan largo viaje a pie, la chica debiera de tener mucha hambre, sobre todo de comida de casa.
A la media hora, salió del baño, totalmente cambiada, estaba preciosa; se había duchado, lavado el pelo, cambiado el vaquero roto por un pantalón corto rojo limpio, y una camiseta de tiras blanca limpia, con estampados dorados; estaba descalza, y me dio a entender que quería estar asi.Yo solo atinente a decirle que estaba muy guapa, ella sonrió, no sabia si me entendió o no.
Tal como me imaginé, tenia un hambre de caballo, se comió su parte y parte de lo mío, de verdad que yo suelo comer poco; así que era gratificante verla como lo comió todo. Puse un vino rosado que tenía en la nevera y se bebió media botella, además de la botella de agua de litro y medio. Al terminar me agradeció, haciendo ademanes de que todo estaba delicioso y acercándose a mi, me dio un beso en la mejilla.
Nos levantamos de la mesa y le ofrecí el sofá para descansar, o si prefería la cama. Si si yes yes, dijo ella al oír cama o bed. Le enseñe la habitación de invitados donde solía hospedarse todos los veranos la sobrina de mi mujer cuando ella vivía, después del fallecimiento dejó de venir. Sofía, en cuanto vio la cama, se tumbó de un solo tirón y a los pocos minutos se quedó profundamente dormida.
Yo me puse a ver en la tele, una pelicula; y de rato en rato también di unos pestañeos. Después de cuatro horas, despertó, se levantó, y me dijo que ya era un poco tarde para seguir el viaje, y si se podía quedar hasta mañana; si claro, le dije, si quieres, y puedes, vamos a dar un paseo por le pueblo y te enseño el atardecer que es muy bonito, sisi yes yes, me dijo, y salímos.
Le encantó el atardecer, aunque ella los habría visto mejores en su travesía, pero aún así, sentados en una terraza frente al mar, tomando una cerveza, era precioso todo. Algunos conocidos del pueblo se Acercaron a saludarme, más que nada para cotillear un poco, de que quien era la niña. A todos les dije que era una turista que vino a conocer el pueblo. Luego cenamos algo ligero en la misma terraza, y seguimos con el interrogatorio difícilmente entendible para ambos.
Ya en casa, le dije si necesitaba lavar su ropa, que para mañana estaba seca seguramente, ella acepto gustosa y sacó bragas, sujetadores, camisetas y calcetines, y mas cosas.todo estaba en una bolsa que hasta olía mal, me dijo en su lenguaje que esperaba llegar a Compostela para lavar en una laudry, osea una lavandería. Pusimos dos lavadoras, tendimos la ropa, y fuimos a descansar al salón.
Ella esperó a que yo me sentase y se vino a sentar a mi lado; seguíamos hablando, hasta que me preguntó por mi mujer al ver la fotos, yo le dije que había muerto, ella se apeno y abrazándome me dio un beso en la mejilla; yo le dije que hacía ya cinco años; hijos? preguntó; no tuvimos, conteste. Así pase yo a preguntar; novio? No, me dijo, no hay novio, yo sola, me dijo, y tus padres, pregunté, no hay padres, dijo; como que no hay padres, dije; padre no se, madre murió en accidente, dijo, abuelo vivía conmigo, ahora murió, terminó.
Puse una cara de pena y de no entender bien; ella que no había quitado su brazo de mi hombro, me dijo: yo no pena, ahora feliz contigo aquí, y cogiendo mi cara, hizo girar mi cabeza y me dio un beso en los labios. Todo el cuerpo empezó a temblarme, una niña que podría ser mi meta, me estaba besando. Al terminar el beso, al cual contesté, sonriendo me dijo: tu Alberto, gustas me mucho, y enseguida me dio otro beso, pero que esta vez ya fue poniéndose de rodillas sobre mis piernas, y luego del beso que duro bastante llevo mi boca a sus pechos que algo se veían desde el escote de su camiseta.
Yo la abrazaba por la espalda, pero al ver que ella casi me obligaba a besar sus tetas por encima de la ropa, le toque el culo, acariciandolo; ella me seguía besando, luego llevaba mis labios a su cuello, se estremecía con mis besos y mis caricias a su nalgas y piernas, hasta que se quitó la camiseta, no llevaba sujetador, se la había quitado para meterla en la lavadora, así que empecé a chupar sus pezones, eran grandecitas las tetas, deliciosas, suaves y turgentes, claro a esta edad.
Mis manos iban recorriendo su cuerpo desnudo de pecho y espalda, hasta que ella me quitó el niki, para estar desnudo al igual, y pegar sus pechos al mio. Así estuvimos hasta que se levantó, me abrió el botón de mi pantalón corto y metió su mano sacando mi polla, para darle una meneada, a la vez que dejaba que yo le bajase el pantalón corto que ella llevaba, mi sorpresa fue, que no llevaba bragas, también se las había quitado para echarla a lavar.
Ya desnudos completamente, siguió montada sobre mí, y para ahorrarme el esfuerzo, llevo su vagina hasta mi polla y se la metió, estaba muy mojada ya, y empezó a cabalgarme en el sofá; ella lo hacía todo, yo solo le acariciaba, así dure más que nunca, aguanté sus embistes como un javato, y ya cuando me pude correr, ella aceleró el paso y se corrió conmigo, luego me besó en los labios, en la cara, en el pecho, y se quedó sobre mí. Pesaba poco la verdad, pero aunque fuese una tonelada, valía la pena. Pude echar un polvo después de cinco años, y con una niña preciosa, si lo cuento, nadie me creería.
Esa noche dormimos en mi cama, hacia la madrugada me despertó, y aún follamos otra vez, a las nueve despertamos casi a la vez; me miró y me dijo: hoy no camino, puedo quedar hasta mañana? Claro que si preciosa, le dije, te puedes quedar si quieres para siempre, le contesté, no se si me entendió todo, pero se puso contenta y me besó otra vez 3n los labios; en eso vi que mi pene se me estaba levantando otra vez, así que la bese yo, e hicimos nuevamente el amor. Increíble pensé, hace cinco años, no aguantaba ni uno. Luego le dije. tu ropa aún no se ha secado seguramente, así que haces bien en quedarte....