Título: La perla Autor: John Steinbeck Editorial: Premios Nobel Público Año de publicación: 1945 Páginas: 93ISBN: B266192010
Había visto varias reseñas de este libro y tenía muchas ganas de leerlo porque, conociendo el argumento, estaba segura de que me iba a gustar. Y no me he equivocado. O quizá sí. Porque me ha gustado mucho más de lo que esperaba. Me ha sorprendido, me ha fascinado, me ha cautivado. Me ha dejado sin aliento, sin respiración. Me ha angustiado y, aun así, me ha hecho disfrutar. Mucho. Muchísimo. Las 93 páginas me duraron un suspiro. Es un libro que engancha muchísimo. Está escrito con un estilo sencillo, cercano, próximo, que atrapa desde la primera hasta la última página, cuesta dejar de leerlo. Lo mismo me ocurrió con la otra obra del autor que he leído, Las uvas de la ira.
La perla es la historia de Kino, de su mujer Juana y del hijo de ambos, Coyotito, un bebé. Los tres forman una humilde familia de pescadores, de buscadores de perlas, y viven en un poblado de cabañas, de familias igual de pobres que ellos y que, como ellos, también sueñan con encontrar una perla, con poder venderla a los compradores de la ciudad y hacerse ricos. Para hacer realidad sus sueños. Comprarse ropa nueva, llevar a su hijo a la escuela, que aprenda a leer y a escribir, que tenga cultura y todo lo que él no pudo tener. Comprarse una escopeta. Esos son los sueños de Kino. Los de Juana, por el contrario, son más duros, más crueles, más injustos, más dolorosos, pero también más realistas. Ella sabe que esa perla les traerá la desgracia, el mal, que los destruirá y convertirá sus sueños en pesadillas. Pero, aun así, se resigna. Intenta convencer a Kino de que no la venda, de que la tire, que la devuelva al mar, de donde nunca debió salir. Pero lo hace a medias. Porque Juana es una buena esposa y una buena madre, acata las órdenes de Kino, sus decisiones, sus opiniones. Ella sólo se ocupa de preparar la comida y, sobre todo, de cuidar a Coyotito. De protegerlo, por ejemplo, de la picadura de un escorpión. Pero ni siquiera es capaz de eso. Porque la familia de Kino no existe para el médico del pueblo. No tienen dinero para pagarle. Son pobres y eso le da derecho al médico a ignorarlos e, incluso, a humillarlos. Pero Kino no está dispuesto a dejarse humillar y pisotear. Él lo único que quiere es conseguir lo mejor para su familia, progresar, mejorar, hacerse respetar. Y eso sólo se consigue con dinero. Por eso quiere vender la perla, para darle lo mejor a su familia. Sin embargo, no sospecha que, con sus mejores deseos, con su mejor intención, arrastrará a Juana y a Coyotito hacia una huida desesperada, angustiosa, en la que los sueños, los deseos, los anhelos de riqueza y prosperidad darán paso a la rabia, la impotencia, la crueldad, la injusticia y, ante todo, el dolor. Es una historia en la que poco a poco se anticipa todo lo que va a ocurrir pero, al mismo tiempo, sin desvelar de qué se trata. La angustia, el miedo, el dolor, todos los fantasmas de la perla van llenando cada vez más espacio en la aldea y, sobre todo, en las mentes y en los corazones de Kino y de Juana. Lo saben, pero aun así no quieren, o quizá no saben, hacer nada para evitarlo. La perla los ha poseído, se ha adueñado de ellos, de sus sueños, pero también de sus peores presagios. De su voluntad. Los domina, no les deja pensar en nada más que en ella. Ya no importa la familia, los vecinos, la aldea, la cabaña o la barca. Nada. Ahora sólo existe ella, la perla. Esta historia descarnada y desgarradora que está inspirada en una leyenda mexicana se sirve de la más cruel de las violencias para retratar la parte más baja y ruin de la condición humana. Y, de esta forma, con un final anticipado y al mismo tiempo inesperado, sorprendente, repentino, cruel, injusto, doloroso, Steinbeck construye una demoledora crítica de la sociedad que nos hace reflexionar y nos llega muy a dentro.