Revista Cultura y Ocio

La perra diecinueve

Publicado el 01 junio 2020 por Rubencastillo
La perra diecinueve
En 1997, el caravaqueño Miguel Sánchez Robles publicó La perra diecinueve, que había obtenido el premio Ciudad de Alcalá de Henares justo el año anterior. Su presentación formal es muy significativa y también bastante curiosa, porque se inicia con un fragmento lírico en prosa, que se extiende durante veintidós líneas; luego continúa con otros tres fragmentos en prosa, de decreciente longitud (quince, once y cinco líneas, respectivamente); y al final se pasa al verso. Es como si la voz poética (que pronto descubrimos que corresponde a una persona que se encuentra internada en un sanatorio mental) fuera adelgazándose hasta el grito o la lágrima, como aquellas palabras que se le adelgazaban a Pablo Neruda al modo de huellas de gaviota.El proceso de des-anclaje con el mundo (que se inició en las primeras producciones de Miguel y que fue acentuándose en los volúmenes posteriores) llega al arrabal de la locura. El propietario de la voz poética está siendo tratado con pastillas (p.11); se limita a dejar que el tiempo fluya (“El pasado se olvida / sin que lo comprendamos del todo”, p.37); advierte que “el mundo ha ido poblándose / de tontos tenebrosos / y de hijos de puta repletos de palabras”, p.67); va haciendo la crónica de las rarezas mentales de sus compañeros; y lamenta la uniformidad gris del mundo que nos envuelve (“Lo que me rodea / está tan etiquetado / que quisiera escupir”, p.133).Esa angustia (que no es sino la angustia del poeta Miguel Sánchez Robles, herido por el absurdo de la vida y por la insensatez de sus semejantes) queda, en ocasiones, formulada con palabras de una eficacia estremecedora (“La muerte es como un jueves”, p.173; “Me aburre consistir”, p.181). Callarse es imposible; y decir es llorar.

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