La perspectiva

Toc, Toc. La oportunidad llama a la puerta todos los días. Y  cada día la abrimos y no vemos nada. Si hiciéramos una foto cada día a la misma hora cuando abrimos la puerta, nos daríamos cuenta de que cada día es diferente al ponerlas todas juntas en forma de diapositivas. Cada día trae una nueva oportunidad. Una oportunidad que cada día, sin darnos cuenta, desperdiciamos porque pensamos que, (cuando abrimos esa puerta), todo es igual. ¡Rayos y retruécanos! ¡Cuántas repeticiones! En fin. Empezamos de nuevo: El Universo, tan infinito en sí mismo, se reduce a los detalles, esos que cada día se nos escapan. Los amaneceres no deben verse con los ojos, sino con cualquiera de los otros sentidos. Deberíamos oler cada día, tocar cada día, escuchar cada nueva luz de cada día (repeticiones nuevamente); deberíamos saborear cada salida del Sol. Y nos daríamos cuenta de cómo la oportunidad llama a la puerta. Eso es la perspectiva. Pero vemos un día tras otro sin más.  Vivimos sumidos en sueños que se retroalimenta de una imaginación repetitiva como una canción en bucle. Y terminamos reduciendo nuestro espacio vital al mínimo, cuando hay un insondable valle por el que caminar. Dejamos pasar el Tiempo, como si fuera una cosa más de la existencia, y como Lewis Carroll, siempre he pensado que el Tiempo es una persona. Tal vez sea absurdo. Mas todo depende de abrir la puerta cada día y respirar cada nueva oportunidad que la felicidad te trae, profundamente, y llenarse de ella. Sí, ya lo sé: tiene un cierto tufo a absurdidad. Y aún así, me gustaría ser absurdo.