Revista Sociedad

La perspectiva

Publicado el 12 diciembre 2015 por María Mayayo Vives
La perspectivaAmanece en Guadalajara con una luz fría de invierno como a un punto de no querer. Descubriendo algunas nubes altas y una tos quieta en el cielo. El tren sigue avanzando con la desesperación de la prisa y no puedo evitar recordar aquel poema al expreso de Campoamor que hoy tiene más sentido que entonces. Así es como la vida se estrecha, mirando el cuadro con la nariz pegada al lienzo. Hemos perdido la perspectiva.
La perspectiva es ese punto de vista que nos permite celebrar la vida, no como algo invitable, sino como aquello que es posible. Es observar lo que nos rodea con ese segundo ojo que conservamos aún incontaminado. Tratando de llevar las ideas de lo concreto a lo general y buscando un tema para llenar el folio, diría que la perspectiva es hacer lo que intentaron hacer en ese famoso debate televisado al que Mariano no quiso acudir y envió a Soraya Sáez de Santamaría vestida de Pocoyó y repitiendo como un dogma eso de "hablar es muy fácil". Sí. Hablar es muy fácil. Es tan fácil que se puede incluso llegar a prometer que manarán ríos de miel sin abejas con un gobierno de derechas para luego dejarnos en las mismas bragas de esparto que los otros y comiendo con los dedos. Y lo escribo sin ánimo de caer en el "y tú más", igual que aparentaban hacer los otros tres oponentes ante las cámaras por esos caprichos de la moda callejera hasta que se levantó de la mesa, motu proprio, una portada de El Mundo y aquello se volvió un sindiós.
Pero no quisiera perder la perspectiva, que esa noche vino a ser un jugueteo con las cifras que se estiraban y contraían según principios que hubieran conseguido despeinar al mismísimo Albert Einstein (otro Albert). Lo que suma en la derecha resta en la izquierda. Es una malformación asumida de las matemáticas cuando se llevan a la política. Sucede en el momento en que se sustituye el manejo de principios por el de intereses. Cuando se observan las cosas de un modo tan despegado que es imposible tocarlas. Desde arriba, se alcanza esa óptica al interpretar ciertos derechos como privilegios olvidando los cimientos con desprecio. Lo cual es perspectiva y es traición. Es ir quedándose solo aunque lejos. Pero del mismo modo que cuando se observa el cuadro pegado a la tela.
Entre todos los que eran, con su modo de ver las cosas, se cargaron los sueños de las dos generaciones venideras. Atreviéndose, ahora, a hacernos creer que nuestra decepción resulta inevitable porque es el precio que cuesta el Estado del bienestar. Esto es, el importe en carne que se cobran los bancos, las sociedades de inversión, la administración mal administrada. Una insoportable verdad que no es más que cuestión de perspectiva, de puntos de vista y de intereses. Y, quizá, (hubiera querido evitar decirlo) la única diferencia en este momento sea que donde ayer debatían dos, hoy lo hacen cuatro. Tóquense las cosas pares.
Por eso, parece que la perspectiva sólo nos acomoda en una nueva situación, pero no varía el conjunto. Podríamos, podemos, enfocar las cosas de tal modo que parezca que no hacemos lo que hacemos, que ya no somos los que éramos, que con el cambio de discurso modificamos la realidad. Podemos acercarnos o alejarnos de la pintura, pero no cambiaremos el cuadro. Y, entretanto, anochece en una isla del Atlántico que es como un corcho sin botella en medio de una piscina, sólo para concienciarnos nuevamente de lo insignificante que resulta todo comparado con todo lo demás. Yo ya me entiendo.
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