Esta semana se han cumplido 40 años de las primeras elecciones en España desde la II República, en las cuales votaron también las mujeres. La primera vez que lo hicieron fue con la venida de la II República en 1931. En buena parte por eso, la república sigue siendo elogiada hoy en día por muchos colectivos como una época de esplendor, asociado también al énfasis que, desde el 98, los regeneracionistas venían haciendo en favor del cambio político y social en España. Sin embargo, no debemos olvidar que también la república siguió siendo cosa fundamentalmente de hombres, aunque hubo algunos avances importantes.
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La lucha de las mujeres durante la II República suponía mucho más que su participación en las elecciones: Supuso un auténtico acicate para la emancipación de las mujeres que, ya desde tiempo atrás, venían empujando mediante ideas revolucionarias sobre alfabetización, educación, crianza, familia, amor, etc. Sobre todo por parte del llamado socialismo utópico. Como indica Mondagut,
“El socialismo utópico comenzó a interesarse por la situación de las mujeres, al reconocer la necesidad de la independencia económica de las mismas. Pero, por otro lado, los socialistas utópicos no fueron especialmente críticos con la división sexual del trabajo. En todo caso, su preocupación por la sujeción de las mujeres tuvo un gran impacto en su momento. Fourier llegó a decir que la situación de las mujeres era un indicador clave a la hora de conocer el nivel de progreso y civilización de una sociedad. Otro aspecto que trató el socialismo utópico fue su crítica al celibato y al matrimonio indisoluble como instituciones represoras y causa de injusticias e infelicidades.”[1]
En este sentido, en España se diría que fue un paso más allá en cuatro sentidos, si nos atenemos a los datos desgranados por Juan Vadillo[2]:
- El derecho al voto, ya mencionado, aunque siguió estando muy limitado por estereotipos de carácter ideológico (principalmente eclesiástico) si nos atenemos a las palabras de Victoria Kent.
- El acceso a la vida pública y a la educación: Se crean las primeras cárceles para mujeres (Kent era Directora de Prisiones, y no ministra, como se ha llegado a afirmar alguna vez). En cuanto a la educación, se procuró que el acceso a la misma fuese en condiciones igualitarias con respecto a la de los hombres.
- Derechos civiles: Se conquistan algunos desde el punto de vista femenino, como fueron la equiparación de derechos jurídicos e individuales con respecto a la los de los hombres; la Ley de Divorcio de 1932, y la Ley del Aborto, promulgada por la entonces ministra Federica Montseny ya en tiempos de la Guerra Civil. Ambas leyes (Divorcio -1932-, y Aborto) eran exigencias sociales esenciales desde el punto de vista principalmente de las feministas de carácter anarquista.
- Vadillo menciona igualmente la extensión asociativa a las mujeres, algo que venía siendo reclamado por las mujeres pertenecientes a los movimientos obreros, socialista y anarquista, desde el siglo XIX en Europa y América. En los años de la II República esta extensión no hizo sino aumentar.
En definitiva, el movimiento feminista de la II República puso a las mujeres de España en una situación mucho más ventajosa que antes de 1931. Ello hay que encuadrarlo dentro del movimiento feminista europeo y, más concretamente, dentro de los movimientos socialista y anarquista, destacando el hecho de que fueron las propias mujeres las que habían de tomar la iniciativa en sus avances sociales, económicos y políticos, pues, como han señalado algunos autores y autoras sobre la materia del feminismo, no todos los socialistas, ni todos los anarquistas, eran partidarios de la equidad entre hombres y mujeres.
La perspectiva de género como categoría histórica
En su mayor parte, los intentos de los historiadores de teorizar sobre el género han permanecido dentro de los sistemas científicos tradicionales y empleando formulaciones tradicionales. De este modo se suele olvidar el papel liberador y emancipador que ha de tener el estudio histórico, en este caso de las mujeres. En un uso descriptivo, podemos afirmar que la palabra género está asociada al estudio de cosas relativas a las mujeres. El género es un tema relativamente nuevo, un nuevo departamento de la investigación histórica, una materia novedosa, ya que no se tomó en serio hasta el siglo XX. Los/as historiadores/as del género han empleado diversos enfoques para el análisis del género, que pueden reducirse a tres posiciones teóricas:
- – Estudio del patriarcado.
- – La segunda se centra en la tradición marxista, y busca en ella un compromiso con las críticas feministas.
- – La tercera se basa en los estudios de las escuelas psicoanalíticas, a partir de Freud, para explicar la producción y reproducción de la identidad de género en el sujeto humano.
Los teóricos/as del patriarcado han centrado su atención en la subordinación de las mujeres y han encontrado su explicación en la “necesidad” del varón de dominar a la mujer. El objeto de la opresión de las mujeres por parte del hombre es la supremacía del papel del hombre en la reproducción, así como la sexualidad en la pareja y de la mujer. Sin embargo, hay quien señala que la causa económica (fundamental en el enfoque marxista) tiene prioridad, y el patriarcado, en realidad, se desarrolla y cambia siempre en función de las relaciones de producción del sistema económico: El sistema capitalista. Por ello, el enfoque marxista sugerirá que:
“es necesario erradicar la propia división del trabajo para acabar con la dominación del varón”,
Lo cual quiere decir que para conseguir la emancipación hay que acabar primero con la segregación por sexos del trabajo. Hay que decir que el reconocimiento de los sistemas económicos (básico en el análisis de tipo marxista) no determina tampoco directamente las relaciones de género, ya que la subordinación de la mujer existía ya antes del capitalismo, y subsiste en los regímenes socialistas.
Dentro del marxismo, el concepto de género ha sido tratado durante mucho tiempo como el producto accesorio en el cambio de las estructuras económicas; el género carece de un sistema y un status de análisis independiente y propio. A diferencia de otras doctrinas más “destructivas”, que pretenden la abolición del Estado “de la noche a la mañana” (en palabras de Friedrich Engels), el marxismo pretende incorporar una metodología científica a las ciencias sociales, de tal modo que, para el otro gran teórico del marxismo (Karl Marx), la historia del ser humano es la relación ser humano-naturaleza-ser humano. La Historia se desarrolla a partir de la primera mediación que pone al hombre en relación con la naturaleza, así como con otros seres humanos: El trabajo.
De este modo, podemos afirmar que el trabajo enriquece al ser humano tanto materialmente como espiritualmente. Está centrada en los procesos por los que se crea la identidad del sujeto; se centra en las primeras etapas de desarrollo del niño, en busca de las claves para la formación de la identidad de género. Los teóricos de las relaciones-objeto hacen hincapié en la experiencia real (el niño ve, oye, se relaciona con quienes cuidan de él, en particular, por supuesto, con los padres). De acuerdo con Chodorow, si el padre estuviera más implicado en la crianza y tuviera mayor presencia en las situaciones domésticas, las consecuencias del “complejo de Edipo” podrían ser diferentes.
La interpretación vista de Chodorow y otros limita, por tanto, el concepto de género a la familia y a la experiencia doméstica, por lo que no deja vía para que el historiador relacione el concepto (o al individuo) con la economía, la política o el poder. Por supuesto, queda implícito que el ordenamiento social requiere que los padres trabajen, y las madres se ocupen de la mayor parte de las tareas de la crianza de los hijos, lo cual estructura la organización familiar.
¿Qué deberían hacer los historiadores, que después de todo han visto despreciada su disciplina por algunos teóricos recientes como una “reliquia del pensamiento humano”?
Según la formulación de la antropóloga Michele Rosaldo, debemos perseguir no la causalidad universal, sino la explicación significativa. Algunos estudiosos, sobre todo antropólogos, han restringido el uso del género al sistema de parentesco, centrándose en la casa y en la familia como bases de la organización social. Necesitamos una visión más amplia que incluya no solo a la familia, sino también al mercado de trabajo, la educación y la política. El género se construye a través del parentesco, pero no de forma exclusiva. Se construye también mediante la economía y la política que actúan de modo ampliamente independiente del parentesco familiar.
Históricamente, algunos movimientos socialistas y anarquistas han rehusado por completo las metáforas de dominación, y han presentado con imaginación sus críticas de regímenes concretos o de organizaciones sociales en términos de transformaciones de las identidades de género. Así, por ejemplo, los anarquistas europeos fueron conocidos mucho tiempo no sólo por rechazar las convenciones del matrimonio burgués, sino también por apropiarse de visiones de un mundo en el que la diferencia sexual no implicara jerarquía social alguna.
Autor: Eloy Andrés Gómez Motos para revistadehistoria.es
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Scott, J: El género, categoría para el análisis histórico. http://programadederechoalasalud.cide.edu/ADSyR/wp-content/uploads/2012/01/02.-Scott.pdf
Pérez Fuentes Hernández, P: El trabajo de las mujeres: Una mirada desde la historia. http://www.ehu.eus/ojs/index.php/Lan_Harremanak/article/view/6682
[1] E. Mondagut: Los derechos de la mujer y la izquierda en el XIX. Nueva Tribuna. http://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura—ocio/derechos-mujer-y-izquierda-xix/20150717135907118142.html
[2] J. Vadillo: Las mujeres y la II República. Diagonal. https://www.diagonalperiodico.net/saberes/30039-la-mujer-y-la-ii-republica.html
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