Qué me gusta Michel Haneke. Sabe deconstruir cualquier realidad hasta límites insospechados. Nada de lo que hace está expuesto al azar, todo medido, todo calculado con una precisión y una orquestación digna de admiración para los tiempos que corren.
La Pianista es un ejemplo de las cosas bien hechas sin necesidad de contar nada estrambótico. No hacen falta realidades paralelas, que engullan la mente del espectador intentando vender algo que no puede ser y además se antoja imposible.
Haneke hace un cine oscuro, translucido mental y con un claro afán de realidad interna. El ser humano es más parecido a la protagonista de esta obra maestra que a cualquier mamarracho de tres al cuarto que nos venden gratuitamente. La mente humana es enferma por naturaleza, y tiende a autodestruirse sin necesidad de preguntarse un por qué.
La Pianista describe la historia de Erika Kohut es profesora de piano en un prestigioso conservatorio de Viena. Vive con su madre, una mujer dominante con quien mantiene una difícil relación de amor-odio, y bajo su aspecto serio y disciplinado oculta inesperados comportamientos sexuales de tendencia masoquista. Tras escucharla tocar en un concierto privado, el joven Walter se propone conquistarla. Esta conquista se vuelve en su contra cuando Erika saca a relucir su verdadero yo.
De lo mejor de la primera década del siglo XXI. Tampoco es que Haneke tenga que esforzarse mucho para hacer una obra maestra. Los genios son así y este alemán con raíces austriacas lo pone fácil. No dejéis de verla si tenéis oportunidad.
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