Revista Cultura y Ocio

La Piedad de la Iglesia del Santísimo Cristo

Por Dapalo

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Tallada en piedra policromada, es obra del escultor vallisoletano  Antonio Vaquero Agudo

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Obra sumamente pesada (2.300 kgs.) realizada en Piedra de Novelda. Fue encargada por el Ayuntamiento de Santander como monumento a los caídos en la Guerra Civil. Calificada por su autor como una “reproducción” de la Quinta Angustia de Gregorio Fernández conservada en la parroquial de San Martín de Valladolid. Sin embargo, no es una reproducción exacta ni hecha en el mismo material, además de ser algo menor que el original y mayor que el natural; su rostro es más clásico y los pliegues más flexibles. Policromada, contra su parecer: “creo que al policromar la piedra se resta calidad a la escultura”.

Antonio Vaquero Agudo fue uno de los escultores más dotados y personales del panorama plástico vallisoletano. Formado en el taller local del prestigioso escultor Ramón Núñez, junto a otros jóvenes valores de la época como José Luis Medina, Baltasar Lobo o Rafael Sanz, sus obras, alargadas y manieristas, manifiestan su deseo idealizado de superación.Comenzó diciéndose de él que, entre los artistas presentes en la primera exposición local a la que acudió con 18 años, era “el mejor orientado y el más hábil técnicamente”, reconociéndosele entonces como “escultor joven, estudioso y que se orienta, después de un cuidadoso estudio del natural, hacia nuevas concepciones, afinando su técnica para doblegarla a su fina sensibilidad”. En efecto, el tiempo acabó dando la razón a aquel crítico de arte pues, cuando Vaquero falleció, otro crítico, Antonio Corral Castanedo, recordaba que el escultor “no desdeñó nunca en sus obras la modernidad” y que “llevó hasta ellas, bien seleccionadas, bien comprendidas –no por alarde, sino cuando realmente la habían cautivado y concebido– los últimos hallazgos, las últimas búsquedas, los últimos descubrimientos”.A su labor escultórica unió la docente. Como Profesor y Director de la Escuela de Artes y Oficios ha ejercido gran influencia en la generación posterior de escultores de Valladolid. Entre sus discípulos contamos con Leopoldo del Brío (1945, La Parrilla, Valladolid), Rafael Isla Sanz (1942, Tudela de Duero, Valladolid) o la gran Ana Jiménez López (1926, La Coruña).

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