Galería de la Academia, Venecia352x349
Acentúa la tensión de la escena el juego entre el torrente de luz y la penumbra que se entrecruzan en este cuadro de atmósfera espectral. Dos diagonales, con un Jesucristo blanquecino y brillante en el vértice inferior, señalando la prevalencia de la luz de la verdad, componen el cuadro; a los lados Moisés, con las tablas de la ley, y Helesponto, portando la cruz y la corona de espinas. María en su regazo acoge al Hijo de Dios, y a cada uno de sus lados María Magdalena y Nicodemo. El ángel con la antorcha, como símbolo de la vida eterna, y los leones, representación de Venecia. Ambiente brumoso, como el propio ambiente de Venecia.
En La piedadaparecen luz y color como fuerzas íntimamente unidas, produciendo la transfiguración -misión fundamental del arte pictórico- del alma humana mediante el alma de la pintura.El Concilio de Trento (1545-1563) exhortaba al extremo cuidado sobre el qué y el cómo se representaba en las imágenes expuestas en las iglesias. Marcó exigencias sobre la iluminación y la penumbra con el objetivo de alumbrar la devoción y el sentimiento religioso de los fieles. Es decir, se pretende la eficacia de la imagen en lo devocional. Sin duda, La piedad es, desde esta óptica, un gran éxito.