Afganistán es un lugar que, inequívocamente, asociaríamos a guerra, tiroteos y terrorismo, pero que, además de esas barbaries que ya se encargan los noticieros de relatarnos día sí y día también, últimamente se está produciendo cine crítico y de calidad (a finales del siglo pasado el régimen talibán prohibió la realización de películas en este país, pero con la película ‘Osama’, en 2003, parece que esa prohibición quedó ya atrás). Barmak Akram, Siddiq Barmak o Atiq Rahimi, el director de ‘La piedra de la paciencia’, son algunos de los directores más destacados en la actualidad de este país.
Para comenzar el año, esta película afgana que ya tuvo una muy buena acogida en el Festival de Gijón de 2012. En esta ocasión, me voy a permitir una pequeña referencia autobiográfica, aunque relacionada finalmente con la película protagonista de este artículo.
Hace muchos años, cuando aún era un niño, y quizá valoraba de distinta manera las manifestaciones artísticas, me impusieron la lectura de un “aburridísimo” libro titulado ‘Cinco horas con Mario’. Entonces ni me gustó ni me atrapó dicha lectura, y es que cada obra requiere un estado de ánimo y un momento para acercarnos a ella. Está claro que no era entonces el mejor momento para leer dicho libro, pero, con el tiempo, he podido tomar conciencia de los valores que transmitía y, al visionar esta cinta (sin conocer previamente el argumento), he encontrado muchísimos paralelismos con el libro de Miguel Delibes. Esos paralelismos tienen mucho que ver con los valores universales que encierran tanto el trabajo literario como el audiovisual, y van desde la soledad de la mujer en un entorno machista, su opresión y su liberación cuando el marido está incapacitado o la propia necesidad del ser humano de tener a alguien con quien poder expresarse, a quien poder usar a modo de psicólogo oyente, sirviendo este apoyo para poder avanzar.
Parece que Atiq Rahimi, el director de la película y del libro homónimo en el que está basado su guión, ha sido bastante valiente al realizar una propuesta que, conociendo ciertos radicalismos religiosos, podría llegar a ofender a una parte importante de la población afgana y de otros países que se tomen la religión con cierta radicalidad. La actitud de la protagonista es complicada de entender por quienes pueden pensar que la mujer es una simple sirvienta del hombre. Aún están demasiado extendidos esos pensamientos de la edad de piedra, pero confío en que, gracias a películas como esta, se pueda ir cambiando esta mentalidad prehistórica de ciertos sectores de la población mundial.
La música está tan acertada como medida. Su presencia es escasa, pero cuando lo hace, toca las notas oportunas en dicho momento, por lo que puedo decir que su banda sonora está ajustada y bien diseñada.
La fotografía es impecable, con un resultado prácticamente inmejorable, consiguiendo proponer unas imágenes inolvidables con unos recursos muy limitados. Probablemente sea la fotografía el mejor aspecto técnico del filme, destacando los contrastes entre la crudeza del entorno en que se desarrolla con los colores y la composición empleada en los encuadres fotográficos.
La historia en sí es sencilla, aunque su fondo está lleno de complejidades. En un lugar en medio de un conflicto bélico, una joven esposa cuida de su marido (unos 20 años mayor), combatiente herido en estado vegetativo sin ninguna interacción con el mundo exterior.
Ella, con dos hijas, se encuentra sin familia que la apoye, solo una tía liberal de pensamiento y vida a la que encuentra tras seguir su pista, y que se hace cargo a menudo de sus niñas.
Durante el tiempo que acompaña a su marido, va contándole momentos de su vida que antes no había compartido con él, a la vez que ella va sintiéndose mejor y más liberada al hacerlo. Secretos que de otra forma jamás le hubiese contado. Entre asalto y asalto, llegan a entrar unos soldados en su vivienda y ella, para no ser violada por ellos, les dice que se dedica a vender su cuerpo, por lo que la desprecian, pero consigue su objetivo inicial. Esta afirmación hará que la historia tome un rumbo inesperado, sobre todo para ella.
La catástrofe y la miseria rodea la historia de esta superviviente, interpretada por una espléndida Golshifteh Farahani, actriz iraní con una gran carrera por delante y una lista ya muy larga de nominaciones y premios a sus 30 años de edad. El resto del reparto cumple bien su papel, aunque no destaca, pues sus personajes tampoco tienen ni tanta importancia ni tanto tiempo en pantalla como para poder hacerlo.
Es una película que sirve, sobre todo, para mover conciencias, para hacernos reflexionar acerca del papel de la mujer en la sociedad y de cómo, a veces, somos egoístas y no pensamos que los demás también tienen sus propias necesidades y pensamientos. Muy útil para emplear su visionado en un centro de enseñanza o en cualquier otro ámbito en el que se quiera trabajar a partir de un material audiovisual que da para generar discusiones y actividades cuyo final sea la reflexión colectiva e individual.
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