Al parecer, T.S. Eliot dijo de ella que era la "primera, la más larga y la mejor de las novelas detectivescas de Inglaterra". En ella aparecen muchos de los elementos que muchos años más tarde podemos ver en las novelas, por ejemplo, de Agatha Chistie: mucho personaje, mucho sospechoso, y dos figuras que nos cansaremos de ver en las novelas de misterio: el policía tonto y el policía listo (un memorable sargento Cuff).
Collins lo hace en el estilo que ha había ensayado con éxito en La mujer de blanco, a través de una historia relatada en estilo epistolar por varios de los testigos del hecho (un robo). Historias que se van sucediendo y construyendo la narración complementándose y sin pisarse, cada una realizada con un estilo particular tan logrado que de verdad creemos que han sido escritas por personas diferentes: el peso principal lo lleva la narración de...(cómo no en una novela de ambiente victoriano)...el mayordomo, Gabriel Betteregde, un personaje inolvidable, conservador como procede y lector fanático del Robinson Crusoe. El relato del mayordomo, incluyendo las perlas de humor inglés que dedica a su extinta esposa ,no tiene desperdicio. Si bien donde el humor ácido relumbra es en el relato de la tía de Rachel, una Drusilla Clark obsesiva repartidora de folletos religiosos a la que Collins castiga despiadadamente con su ironía.
A todo esto, la piedra en cuestión es un diamante de origen indio, robado por un miembro de la familia de un templo sagrado y que lega en el día de su cumpleaños a la joven Rachel Verinder.Con él llega su posible malidición y tres brahmanes que han consagrado su vida a la recuperación del diamante.
No les cuento más, que me extiendo. Sirva simplemente decir que son más de 700 páginas, y es capaz de mantener el interés durante todas ellas, algo meritorio para cualquier libro, pero más para uno por el que han pasado ciento cincuenta años...