Revista Psicología
Había una vez un niño que fue una tarde a la orilla del mar.
Comenzó a tirar piedras al agua y cada vez lo hacía con mayor soltura.
Después de estar un rato divirtiéndose, se dio cuenta de que delante de él había una piedra con forma de M.
"Que raro". Pensó. "Quizá sólo sea el capricho de las olas que han formado esta letra".
Sin pensarlo dos veces, el pequeño cogió la piedra y la lanzó al mar.
En el instante de hacerlo ya se dio cuenta de que algo había pasado.
De repente nada se oyó. Sólo el ruido de la piedra en el agua.
- Bieen - dijo el mar - nos has liberado con la piedra mágica. Gracias niño.
El chico se quedó callado pero observando la escena.
Un montón de gaviotas sobrevolaban el lugar esperando un milagro.
- Niñoo - susurró la arena - No sabes hace cuanto tiempo que te esperábamos.
- ¿Por qué? - se atrevió a preguntar - ¿qué he hecho?
- Nos has dado la vida que hace tiempo perdimos.
El pequeño suspiró.
Se sentó y siguió tirando piedras al mar.
- ¿Qué haces? - le preguntó la madre al niño que se había acercado a él.
- Pedir deseos mamá. Las piedras son mágicas.
Los padres de nuestro protagonista lo miraron con amor y sonrieron.
- Aún cree en la fantasía - dijo el padre.
- Sí... - respondió ella - Ojalá nunca se dé cuenta de la realidad - dijo con tono de pena.
Mientras tanto, el niño, las piedras, el mar y las gaviotas seguían haciendo un mundo mejor a base de deseos mágicos.
¿Tú quién eres en esta historia?
¿El niño que cree en la magia o los padres aferrados a la realidad de su mundo?
Sea como sea, hoy te animo a lanzar una piedra mágica al mar y a pedir un deseo. Sigue creyendo en ti y en tu poder. Todo está bien y todo va a estar bien.