¡Hola a todos!
Espero que hayáis empezado esta semana con buen pie. Yo, personalmente, la he empezado terminando El invierno del mundo, de Ken Follet. Y es que a pesar de que me encantó La caída de los gigantes y me está gustando esta segunda parte, tengo que admitir que las casi mil páginas de las que se compone el libro tiran un poco para atrás a la hora de cogerlo (pero lo digo de forma literal. Cogerlo. El libro pesa bastante).
Hoy os traigo la reseña de La piel del tambor, una novela ambientada en Sevilla a la que hacía tiempo que le tenía ganas. La verdad es que antes que conocer el libro, había visto una serie de televisión llamada Quart, el hombre de Roma allá por 2007 en Antena 3. De todos modos, y aunque no recuerde gran cosa de la serie, me ha gustado bastante más el libro.
Título: La piel del tambor
Autor: Arturo Pérez Reverte
Editorial: Alfaguara
Precio: 20,50€
Páginas: 600
Sinopsis: Un pirata informático que se infiltra en el Vaticano.
Una iglesia barroca, en Sevilla, que mata para defenderse. Tres
pintorescos malvados que aspiran a mantener viva la copla española.
Una bella aristócrata andaluza. Un apuesto sacerdote-agente
especialista en asuntos sucios. Un banquero celoso y su secretario
ludópata. Una septuagenaria que bebe coca-cola. La tarjeta postal de
una mujer muerta un siglo atrás. Y el misterioso legado del capitán
Xaloc, último corsario español, desaparecido frente a las costas de
Cuba en 1898.
Con esos ingredientes, Arturo Pérez-Reverte construye en La
piel del tambor una ingeniosa, compleja y fascinante trama novelesca.
Con su imaginación desbordante, su espectacular dominio de la
ingeniería narrativa y de los diversos géneros superpuestos
-misterio, policíaco, historia, romanticismo, aventura, folletín-
el autor nos sumerge sin aliento en una historia que corta al lector
cualquier posible retirada, arrastrándolo a un enigma cuya clave se
esconde a la sombra de los viejos muelles del Guadalquivir; donde
todavía hoy, en las noches de luna llena, sombras de mujer agitan
sus pañuelos y goletas tripuladas por fantasmas siguen zarpando
rumbo a las Antillas.
Esta es una de esas novelas que
intercambié gracias a Libros Compartidos (¿alguien sabe qué pasó
con esa página web, por cierto?) porque tenía bastantes ganas de
leer algo más del autor. Por ahora solo he podido probar con La reina del sur y Las aventuras del capitán Alatriste (que ya que lo
menciono, va siendo hora de que continúe), además de este libro.
Tengo que admitir que en un principio lo primero que me llamó la
atención fue que la acción transcurre en Sevilla (para quien no lo
sepa, soy de Sevilla :P). Y así de superficial soy. Y me da igual.
El caso es que con la Giralda en la portada y un mapita de Sevilla en
las primeras páginas, me apetecía ver cómo ha quedado reflejada mi
ciudad entre las páginas de este libro. De todos modos, tengo que
admitir que me ha gustado mucho la novela, la trama y los personajes,
a pesar de que en alguna que otra ocasión me haya aburrido un poco.
Tengo que admitir que me gusta mucho mi
ciudad. Me gusta pasear por sus calles y me gusta su gente. Por eso,
al mismo tiempo que me apetece leer algo que esté ambientado aquí,
no soportaría ver que se describe la ciudad de una forma injusta o
simplemente que no reconozco la ciudad que está plasmada en las
páginas. Entiendo que haya gente a la que le pueda dar igual, pero a
mí no. Esto no quiere decir que Sevilla tenga que ser descrita como
un paraíso ni mucho menos, pero tampoco como lo hace Dan Brown, por
ejemplo, que básicamente se inventa lo que le da la gana. En este
sentido tengo que decir que me ha gustado la ambientación de esta
novela. Me ha gustado lo que destaca el autor, tanto las cosas buenas
de la ciudad, como las malas. La forma en la que describe el centro
con sus Iglesias o el barrio de Santa Cruz. Incluso me ha hecho
gracia el hecho de que la gente lea el ABC (por aquí todo el mundo
lee el ABC, perece que no hay más periódicos).
Por la parte de los personajes, también
he quedado muy satisfecha. A pesar de que haya un protagonista
indiscutible, la novela es muy coral, aparecen muchos personajes que
nos cuentan su visión de los hechos, que nos van dando piezas para
completar el puzzle. Ese protagonista de esta historia es Quart, un
sacerdote al que le encomiendan la misión de averiguar qué es lo
que está pasando, y quién es el que se está infiltrando en los
ordenadores del Vaticano. El cura queda reflejado como una persona en
territorio enemigo, por decirlo de algún modo; Quart es un
profesional serio, centrado en lo que hace, muy disciplinado. Por
otro lado, Macarena Bruner es una aristócrata que, en cierto
sentido, quiere lo contrario a lo que quiere Quart. Los diálogos
entre estos dos personajes son realmente atrayentes. Puedes sentir
las chispas que aparecen cuando dos personas diferentes pero en el
fondo tan iguales mantienen una conversación. Capítulo aparte se
merecen Don Ibrahim, la niña Puñales y el Potro de
Mantelete, que con el objetivo de “mantener viva la copla española”
van a jugar un papel muy curioso en toda la trama. Personalmente, me
quedo con Príamo Ferro y sus valores de hierro, su terquedad y su
decisión.
Es cierto que la novela tiene algunas
partes que pueden hacerse un poco aburridas. Hay ciertos momentos en
los que aparecen algunos personajes que aburren más que otros, o que
en ocasiones el autor se pase un poco con las descripciones de las
Iglesias, pero en líneas generales la novela mantiene enganchado al
lector hasta el final. Final que, por cierto, parece que es una de
las cosas más discutidas de esta novela, ya que es tachado de
improbable o incoherente, pero a mí sí que me ha gustado. Es cierto
es que un poco inverosímil, pero ahí está la gracia del final, y
es que, ¿quién había pensado que eso sería posible?
¿Y vosotr@s? ¿Habéis leído el libro? ¿Pensáis hacerlo? ¿Estáis de acuerdo con mi reseña? ¿Por qué? ¡Nos leemos!
Poy