Huyendo en parte de su pasado como activista del IRA, el protagonista llega a una diminuta isla perdida en el océano donde la única edificación es una cabaña del meteorólogo y un faro. Su primera sorpresa consiste en comprobar que el único habitante de la isla no sale a recibirle, pero pronto esto se convierte en un detalle sin importancia cuando descubre que el faro es periódicamente atacado por seres procedentes del mar cuyos objetivos nadie conoce. No tarda en unir esfuerzos con el defensor del faro, Batis Caffó, pero con el paso de los días, y sometido a la extrema tensión de los ataques nocturnos, empieza a replantearse su actitud hacia los supuestos monstruos marinos.
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He conocido esta novela gracias a su recién estrenada adaptación cinematográfica y, aunque no he visto el trailer, las pocas imágenes sueltas que he visto por distintos medios, picaron mi curiosidad.
Confieso que me esperaba algo lovecraftiano. No ha sido así. ¿Decepción? Para nada. Incluso me atrevería a decir que me he alegrado al no ver apenas similitudes porque, como se suele decir, las comparaciones son odiosas, y podría no disfrutar tanto de esta historia de Albert Sánchez Piñol.
Nunca hubiera pensado que el infierno podría ser algo tan simple como un reloj sin agujas.
Hay acción desde las primeras páginas y no decae. Lo único que me desconectó un poco fue el cambio de narración durante el capítulo donde leemos las entradas de diario. En este caso no me gustó. Por lo demás, genial. Tres personajes, de los cuales sabemos el nombre de uno, se intuye el nombre de otro y nunca se llega a decir el del otro. Desesperación, angustia, fe, esperanza, resignación, … son algunos de los sentimientos que pululan a lo largo de las páginas.
Hay ocasiones en que negociamos nuestro futuro con el pasado. Uno se sienta en la roca apartada y hace esfuerzos por conseguir un pacto entre aquello que fue, grandes derrotas, y aquello que todavía ha de venir, auténtica oscuridad.
No es tan solo una historia de terror. Hace reflexionar sobre cómo nos enfrentamos al cambio, cómo nos relacionamos en situaciones límite y cómo podemos llegar a actuar con los que son diferentes. Muchos pensamientos del protagonista se han convertido en frases subrayadas.
Un tanto repetitivo y predecible, sobre todo llegando al final pero disfrutable igualmente.
Por eso era todo tan triste, porque el faro me descubría que saber la verdad no cambia la vida.
Puntuación: 6/10
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