¡Algunos de los clásicos del terror y la aventura en la literatura europea y norteamericana han regresado! Julio Verne, H. P. Lovecraft, Daniel Defoe o Edgar Allan Poe ya no son solo influencias de un solo director como Guillermo del Toro. El francés Xavier Gens ha decidido llevar al cine La piel fría, una novela con tintes góticos de Albert Sánchez Piñol que a principios de este siglo fue todo un éxito de ventas y crítica traduciéndose a más de treinta idiomas en el mundo.
La piel fría nos lleva a una isla en medio del Atlántico Sur, una vez acabada la primera guerra mundial, adonde llega un oficial atmosférico que acude como reemplazo del anterior, desaparecido sin dejar rastro. El lugar solo lo habita un rudo y salvaje farero que le avisa de un desconocido peligro en el islote, que sobretodo sale por las noches. Así empieza la pesadilla de este Amigo o Friend quien tendrá que demostrar una valentía sin igual para defenderse de los ataques de unos extraños monstruos surgidos del océano. Estos seres mitad humanos mitad anfibios a lo Abraham Sapien o criatura de La forma del agua parecen carecer de todo sentimiento y solo viven para intentar asesinar a estos dos hombres que resisten como jabatos en un faro que es el nuevo El Álamo. Cada noche, después del lanzamiento de una bengala comienza una lucha sin cuartel que siempre acaba de la misma manera. Es muy repetitiva la fórmula y muy previsible el resultado lo que hace que en más de una ocasión desconectemos, cansados de ver siempre lo mismo una y otra vez. Ni siquiera el triángulo amoroso o de servidumbre que se establece entre uno de estos seres del sexo femenino y los dos supervivientes sirve para emocionarnos o conmovernos más de la cuenta.
Es muy bonito ver los ojitos que le pone el ex guerrillero irlandés David Oakes a nuestra Aneris, excelentemente maquillada y casi irreconocible para la ocasión, es muy bonito como en La piel fría se dicen tantas cosas sin hablarse bajo el sol o rodeados por la nieve en la isla de Lanzarote donde se rodó, es más bonito aún como se aman y se defienden bajo las aguas del mar pero con solo eso no basta. Las explosivas aventuras en navios naufragados no dinamitan nada, la triste historia de Gruner, el técnico en señales marítimas peca de previsible y sosa y ni siquiera se juega con la sorpresa de conocer el aspecto físico de los monstruos lo más tarde posible. Será un año muy largo para este Jon Snow que debe proteger los muros, no de hielo, de esa fortaleza, doce meses que parecerán eternos antes de que llegue el relevo. El diario no escrito y narrado por él, sin rostro, sirve como prueba del tiempo que pasó allí y da fe de la terrorífica experiencia vivida en un lugar perdido y olvidado de la mano de Dios en donde alguna vez pudieron verse dinosaurios o bestias marinas gigantes que han dejado como huella sus olvidados huesos.
Es quizás la iluminación lo que más llama la atención de La piel fría, un film que apuesta casi todo al negro de la noche cortado por el haz de la linterna de la torre del faro, de las llamas del fuego de algún que otro incendio o de las velas que identifican a los belicosos enemigos. El rojo solo señala la sangre que baña algún que otro rostro cansado y las heridas que dejan en los cuerpos las balas interminables que son disparadas en los tiroteos.
Al final vamos a ser unos expertos en el reconocimiento y descripción de un faro, con un balcón enrejado, una vidriera a prueba de golpes y una torre de piedra tuneada con afiladas estacas de madera, una modesta defensa que lógicamente tiene mucho que envidiar a la de La gran muralla, de Zhang Yimou. Allí sin embargo no hay nadie que este loco por causa de la soledad o el aislamiento, tampoco que se pasee desnudo por la playa y menos que destroce una posible salvación y huida de la isla en forma de bote con remos ¿ Será Friend capaz de resistir la tentación de coger un hacha y destrozar las puertas a lo Jack Nicholson en El resplandor? Parece que el frío extremo en forma de hielo y nieve tiene ese efecto en el cine y que algunos lo padecen y otros no. Para llegar hasta ahí habrá que pasar antes por típicos momentos de terror con ojos que descubren al mal espiando o escenas de sana curiosidad ante un comportamiento sexual perturbado y violaciones continuadas de un humano hacía otra especie animal racional. Nuestra París son los efectos especiales que sorprenden para bien, dignos de una película que se aleja de la serie B y la gran actuación de Aura Garrido que por una vez ha hecho que olvidemos a Javier Botet, un fijo en este tipo de producciones.
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