Revista Política

La piel que pago

Publicado el 26 febrero 2012 por Alejandropumarino

La piel que pago

A pesar de partir como la más nominada, con 16 candidaturas, y de la expectación que genera Almodóvar y su relación con la Academia, la recepción de «La piel que habito» fue más bien fría. Primero, porque de los 16 posibles sólo se llevó 4, y ninguno, excepto el de Elena Anaya a la mejor actriz, de los más importantes, como son mejor película y mejor director. Tampoco el cineasta era muy optimista en cuanto a su éxito en los Goya: «Esta noche está menos chupada que nunca», aseguró el director en la entrada. «Vengo preparado para no llevarme nada», añadió, aunque luego quitó hierro al asunto al bromear sobre la gala: «Vuelvo a la alfombra roja porque tengo muy claro que el verde no nos sentaba bien a ninguno». Así, todavía habrá que esperar para el gran año de Almodóvar en los Goya.

El párrafo anterior fue tomado de un diario de tirada nacional que comentaba la entrega de “los Goya”; en otra publicación se elogiaba la película de Almodóvar en detrimento de “No hay lugar para los malvados” que fue calificada de telefilm con pretensiones, mientras se tildaba de obra maestra la dirigida por el manchego.

La obra maestra de Almodóvar llevaba recaudados en Noviembre de 2.011 unos 20 millones de dólares, 6.3 de ellos en nuestro país, lo que suponía el 70% del coste de producción de la película.

Avatar, de James Cameron, recaudó en un plazo similar, 1.859 millones de dólares, convirtiéndose en la más taquillera de la historia, si bien actualizando los precios, supondría un módico vigésimo sexto lugar. La producción resultó rentable.

Puede que Avatar no sea una obra de arte, del mismo modo que Harry Potter, el Señor de los Anillos o la Guerra de las Galaxias, pero fueron producciones rentables para los inversores, que crearon puestos de trabajo y que ofrecieron un indudable espectáculo, además de ser entretenidas. No faltarán críticos de cine siberiano subtitulado que se escandalicen ante quienes gusten de este tipo de films, pero no cabe duda de que son los preferidos por una inmensa mayoría de la población que acude al cine, como lo demuestran las frías estadísticas.

En España subvencionamos el cine con los impuestos que pagamos todos nosotros, porque el interés que despiertan nuestras películas es tan escaso, que no cubre los gastos de producción, privilegio inadmisible de los cineastas. Si mi empresa tiene más gastos que ingresos, me veo abocado a su cierre, sin que el gobierno me inyecte unos millones de euros para evitarlo. La industria del cine es diferente y se beneficia del erario público para que sus trabajadores (y trabajadoras) nos enseñen la ceja en campaña electoral, luzcan el no a la guerra (a determinada guerra, claro) y desaparezcan, como por arte de magia, cuando se previó la catástrofe del PSOE el pasado Noviembre.

Un ejemplo a no seguir.

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