El viaje a Wellington Wells se inicia en el año 1964 donde encontramos un modelo de sociedad distópica que ya ha sido reflejada con anterioridad en muchos libros como La caverna de Platón o en películas como Matrix o 1984, por citar las más conocidas.
“La distopía o antiutopía es una sociedad ficticia, indeseable en sí misma”.
En este caso, la historia se presenta en un videojuego llamado We are happy few donde los ciudadanos de Wellington Wells, para sobrevivir en paz y olvidarse de los problemas, en definitiva, para ser felices, necesitan la píldora mágica o Joy pill.
«La Joy Pill, o píldora de la felicidad, es la respuesta a todos los problemas de esta sociedad. ¿No hay alimento? La solución está en la joy. ¿Ves una persona pudriéndose en mitad de la calle? Eso es que necesitas un poco más de tu dosis. La sociedad piensa que es libre, pero en realidad está controlada, sumisa y bombardeada por una publicidad constante a favor de la píldora mágica».
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El personaje principal de Viaje a Wellington Wells es un censor de periódicos que un día se da cuenta de que una de esas noticias que censura a diario le recuerda su pasado triste y doloroso. Ante esa situación tiene que tomar la decisión de elegir tomar la joy pill o píldora mágica para olvidarse o, por lo contrario, evitar tomarla para recordar la realidad.
Si la decisión es tomarla todo será muy feliz. Sin embargo, si no la toma todos se rebelarán contra él al no hacer lo mismo que los demás. Te llamarán downer, algo así como un perdedor e irá a por ti la policía de Wellington Wells… si te alcanzan, te expulsarán a una ciudad contigua en ruinas y deprimente donde descubrirás la otra versión de la realidad, esa de la que intentas huir constantemente.
Tomar la píldora feliz implica ver el mundo, y la propia vida, en colorines. Todos nuestros movimientos son diferentes, la gente te mira de otra manera y percibes un mundo fantástico.
Los Downers del viaje a Wellington Wells
El carácter de los downers es conspiranoico. Están en constante vigilancia y deambulan al otro lado de Wellington Wells. Son deprimentes y contagian a todo aquel que se les acercan. Viven inmersos en la nostalgia y utilizan diálogos para revivir el pasado. Su lema es: “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Vivir en Wellington Wells sin la píldora mágica
Cuando salimos del viaje a Wellington Wells, lo primero que vemos es el sol. Sin embargo, poco a poco van desapareciendo los efectos de la píldora mágica o Joy pill y las casas ruinosas asoman para trasladarnos a la otra realidad. Surgen los downers que ya no toman la píldora mágica, y su estado es deplorable. Son personas que el juicio las ha abandonado, aunque seguramente, son los más cuerdos, añado.
En el Viaje a Wellington Wells se muestra la dualidad de la vida. Esto no es nuevo, pero es sobrecogedor. La posibilidad de vivir la vida con todos los ingredientes necesarios para experimentarla en su totalidad es un camino.
En un principio, al leer la historia de este video juego llamado We happy few (somos unos pocos privilegiados) me topé con el prejuicio que para mí significan los videojuegos. Después, a medida que iba leyendo y reflexionando sobre la historia, me gustó la idea porque en mi relativa visión de la sociedad en la que vivo, todo lo que intenta representar este videojuego es muy cercano a lo que está sucediendo desde hace unos años: ahora tenemos una pastilla para cada cosa y, a excepción de todos aquellos que realmente lo necesitan, los demás consumen la joy pill para evadirse de todo lo que le envuelve.
Todos lo hacemos de una manera u otra, es verdad, pero el estado en el que nos encontramos comienza a ser crónico. Un simple dolor de cabeza es suficiente para tomar esa pastilla, sin reparar en que el dolor forma parte del placer; no asumirlo y taparlo mediante fórmulas mágicas debilita no solo el sistema inmunológico, sino el mental. Disminuyen todas nuestras capacidades humanas y quedamos anulados como seres con libre albedrío.
Felicito a los creadores de We are happy few y que yo he renombrado como Viaje a Wellington Wells por haber recreado la sociedad en la que estamos inmersos de esta manera tan fiel conjugando el entretenimiento con filosofía social. Es un granito de arena en este barco a la deriva. Deseo que esta fórmula les funcione y que al experimentar el juego todos los jugadores regresen a la vida sin necesidad de tomar la joy pill o la píldora feliz.
Fuente: hobbyconsolas.com
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