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La pirámide, una película que sepultar

Publicado el 07 mayo 2015 por Dante85 @_jesus_aleman

Lorena Alemán

El 24 de abril tuvo lugar el estreno de la nueva película de Grégory Levasseur, autor de plausibles obras como Las colinas tienen ojos (2006) o Maniac (2012). Esta vez, el director francés lleva a la gran pantalla La pirámide, una producción francoestadounidense recomendada, supuestamente, para mayores de 16 años.

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La historia se plantea desde el punto de vista de unos arqueólogos que, incitados por una mórbida curiosidad hacia la cultura egipcia, emprenden su viaje al interior de una antigua pirámide que han descubierto en mitad del desierto. Bajo esta premisa, la trama resulta bastante exótica: miedo en las pirámides de Egipto.

Al comenzar, el espectador adopta cierta preocupación al notar que la película vendida como terrorífica puede quedarse en un drama ficcional similar a La Momia. Nada más lejos de la realidad: ni drama ni horror.

Una vez los protagonistas se adentran en la pirámide, comienza a crecer la sensación de claustrofobia, que alcanza un grado mayor al ver cortada la cuerda que les lleva de nuevo hasta la entrada. Este puede ser el gran logro del largometraje que, habiéndose explotado junto a las trampas de la pirámide, hubiera podido dar lugar a una trama realmente asfixiante. Desde el momento en que el grupo va abandonando unos pasillos para introducirse en otros más estrechos y oscuros, la angustia, el agobio y la aversión a lo cerrado impregnan las mentes de los asistentes.

Sin embargo, pronto comienzan a surgir incógnitas acerca de la capacidad resolutiva de sus protagonistas: si se han perdido a un pasillo de la entrada, ¿por qué no retroceden?; si los cuatro caminos parecen iguales, ¿por que no probar con cada uno, en lugar de seguir hasta el final por el primero?; y la más evidente: sabiendo que el principal objetivo de la pirámide es la de confundir al visitante, ¿por qué entraron todos? La decisión queda justificada por los mismos, pero de una manera inverosímil y facilona, que es como al fin y al cabo podría resumirse la película. El tráiler es espectacular, pero, lo sentimos, la horrible y prometedora momia que emerge del cartel no aparecerá en pantalla.

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El mejor momento —y más cómico— es cuando Sunni (C. Nicola) es empujada accidentalmente por su compañero hacia una superficie de clavos de medio metro de altura, dos de los cuales la atraviesan en seco. Todos acuden a ayudarla y deciden que deben sacarla, pero con las estacas medio extraídas… se percatan de que podría desangrarse, así que vuelven a hundírselas a la pobre mujer. Así, como si nada. Una secuencia digna de Scary Movie.

Aunque el humor no acaba ahí. Al poco tiempo de perderse, los personajes son perseguidos por algo no identificado, algo veloz y forzudo que fue capaz de hacer añicos la cámara-robot. ¿Satán? ¿Una momia viviente? ¿Un caníbal hambriento? Pues no, ¡un gato fenicio! Pero, ojo, un gato fenicio gigante con hocico de tiranosaurio, acompañado de muchos gatitos fenicios que le ayudan a capturar humanos.

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Los ingenuos visitantes de la pirámide son encarnados por Ashley Hinshaw (True Blood, +1), Denis O’Hare (True Blood), James Buckley, Christa Nicola y Amir K; y el resto del reparto por Joseph Beddelem, Daniel Emerman, Omar Benbrahim y Garsha Arristos.

Aunque tienen momentos de esplendor, las interpretaciones son casi tan poco creíbles como el desarrollo del guion. Destacable es la falsedad con la que Nora llora la muerte de su novio, Zahir, o el forzado arrebato suicida que llegando al final muestra Fitzie.

Tras los créditos finales, el espectador se pregunta por qué aquellos gatos fenicios enanos se volvieron contra el gigante y por qué la única que sobrevive se queda dormida a un metro de la resplandeciente salida, por la que, por cierto, entra un niño como por su casa.

Preguntas anhelantes de respuestas quedarán sin resolver —oh, final abierto— en esta aventura gatuna de La pirámide. En el fondo, poco importan, pues a mitad de la historia ya sabemos que todo es una mentira. Lo es incluso que Nora vuelva a ser atrapada a un metro de la libertad, después de echarse la siesta.

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