Revista Cine
Director: René Laloux
Hace un par de horas comentaba "Les escargots", uno de los tantos cortometrajes que René Laloux hizo antes (y después) de dar el salto al largo con "La planète sauvage", que es la que les comento ahora mismo, en el presente de los presentes. Como no sé qué más agregar, vayamos de inmediato al grano. No se acostumbren a la parquedad, les aviso de inmediato.
En un planeta en donde los que mandan son los Draag, unos seres azules y humanoides, los humanos apenas son mascotas o simples insectos, todo depende de si estén domesticados o no. El protagonista es un niño mascota que observará las diferencias entre humanos y Draags, mucho más conflictivas de lo que en un inicio puede parecer.
Con una estética decidida y marcadamente surrealista, de notorio carácter pictórico (los más entendidos en pintura podrán reconocer cuadros de reconocidos artistas y también viñetas de importantes cómics franceses y belgas), "La planète sauvage" se erige como una experiencia eminentemente sensorial, evocadora, en la cual su contenido, su sustancia, su concepto, se diluye con las imágenes y los sonidos de manera fluida y natural; pausada también, como el desarrollo argumental, muy bien escrito, por lo demás: la progresión dramática se construye en un in crescendo impecable, mediante un magistral manejo de la información y la sugestión. Literalmente comenzamos con nada y poco a poco se nos construye este singular y familiar universo, con sus brillos y sus defectos. Eso sí, no crean que la ejecución será grandilocuente y efectista; muy al contrario, tal como he dejado entrever, el tono general apuesta por un temple algo anticlimático, sereno, contemplativo: ya saben, dejar que el fotograma se exprese, no forzar su integridad cinematográfica. Así durante a veces hipnóticos y alucinógenos setenta minutos.
Más importante, en todo caso, es el argumento, mejor dicho lo que contiene tal argumento. Metáforas, claro; alegorías, por supuesto. Si continuamos la lectura extraída de "Les escargots", podríamos afirmar que estamos ante otro ejemplo de la humanidad en crisis, del hombre convertido en el eslabón débil de la naturaleza, de la amenaza a su tan ilusoria y desesperada seguridad y dominancia, supremacía; sin embargo, en un contexto como el de "La planète sauvage", tal afirmación es, por no decir errada, del todo obtusa. ¿Por qué? Sencillo: porque estaríamos posicionando al hombre como centro del Todo, y lo que plantea esta película tiene que ver más con la coexistencia y la empatía, la verdadera consciencia y respeto hacia el Otro; con derribar de una vez por todas esa idea de que tiene que haber una especie dominante (moralmente dominante, porque supongo que siempre habrá alguna que se beneficie más de determinados entornos) y que todo a su alrededor, en cierta forma, le pertenece y puede hacer con ello cuanto esté a su antojo. A algunos les podrá parecer ridículo presenciar una escena (impresionante y magnífica escena, gran uso del lenguaje cinematográfico) en donde una mujer, cual hormiga indefensa, huye de unos dedos gigantes que le cortan el paso, que la lanzan de allá para acá, que juegan con ella como nosotros lo hacíamos con los bichos del patio. También podría parecer ridículo que los humanos se conviertan en una plaga y que los Draag planeen su exterminación, cual pandilla de termitas que se ensañan con una casa. Una lectura, sobre todo de la escena en que se lleva a cabo una "fumigación", podría apuntar al holocausto o cualquier otro barbárico acto en donde unos fascistas pretenden exterminar a una población entera con tal de robar sus tierras o qué sé yo. Una alegoría sobre la intolerancia, claramente, es algo que surge de la conflictiva relación entre los humanos y los Draag, que consideran inconcebible que los primeros, inferiores e incivilizados, tengan un mínimo de inteligencia y consciencia. La lectura puede ir más allá, pero claro, parece ridículo que la comida de todos los días haya sido alguna vez un ser consciente esclavizado de nacimiento cuyos derechos fueron pisoteados cada segundo de su triste existencia. Pasa en todos lados, todos lo hacen, incluso especies inferiores e incivilizadas en quienes justificamos nuestros evolutivos actos: ellos lo hacen, por qué no nosotros. A veces lo hago igualmente: me gusta pensar que nado como un delfín y que tiro como un tigre, pero por suerte aún no me comparo con la dieta de los leones (que a veces caen en el canibalismo, incluso de las propias crías: ¡la naturaleza, camaradas!). Como sea, la reflexión de "La planète sauvage" justamente busca adentrarse y comprender esos otros mundos que menospreciamos, y también dar cuenta de lo pequeños y vulnerables que somos. Tampoco es que se pueda reducir a dos frases un tanto taxativas, pero la gracia es que mucho hay y mucho se cuenta.
Por último, "La planète sauvage" no sería lo que es si no hubiese construido su rico y complejo universo, claramente lleno de lecturas, pero también profundamente original y único, justamente gracias a lo cual podemos vernos tan reflejados como excluidos, extraños, fuera de lugar. Es la inmersión en un mundo distinto, sociedades distintas, costumbres distintas, pero con problemáticas que nos involucran hasta la médula. Es ser testigo de otra realidad, una que no tiene porqué ser imposible. Si no es por su discurso entonces la imagen los atrapará, o quizás lo haga la descripción de los Draag, sus meditaciones, la representación visual de las mismas, sus significaciones, etc. Como película es impecable y como significado/discurso también; no siempre se logra tal equilibrio. Toda una experiencia.