Revista Cultura y Ocio
Ya llegan los veraneantes, con sus maletas preñadas de alborozo, alegría y festividad vacacional. Tiempo de solaz para imaginar que el tiempo es eterno y que somos invencibles en un mundo deshumanizado, rociado de sombras y luces. Las mismas historias se narran una y otra vez con rostros que no puedo reconocer. Te busco en todos ellos, pero no te veo, no estás aquí; te marchaste de nuestra playa de los murmullos dejando un recuerdo indeleble de huellas borradas, lamidas por la avaricia implacable del mar. Esos brillos que ahora observo en la lontananza son los diamantes que cabalgaban sobre las crestas de las olas, aquellas que fueron testigo de nuestros besos y las promesas que el tiempo decidió segar con su guadaña letal. Ese muchacho enteco, fosilizado sobre el risco frente al mar, ya no existe, no está ahí realmente, mi dulce Amanda. Sólo soy un farallón, el musgo encharcado que se adhiere a la roca. No soy yo quien te busca entre el oleaje perverso, no soy aquel chico que te enamoró rimando estrofas de trovador y lubricando palabras de nuestro léxico que tú jamás escuchaste antes, que por algún motivo milagroso y siempre bendecido, despertaba tu risa cantarina y lograba que tu sonrisa fuese la cosa más bella del universo contemplada por los ojos de un ser humano.
Ya vienen los turistas a ocupar las dunas de la cálida arena que fueron el lecho donde, al anochecer, cuando salían a espiarnos las estrellas, tú y yo nos amábamos como si mañana fuese ya demasiado tarde, como si el tiempo nos hubiese dado un ultimátum. No tengo ganas de empezar otra vez aquello que jamás debió acabar. Se lo he dicho a Nerea, una y otra vez, pero ella no escucha. Se ha perdido en el océano de mis ojos azules y dice que es ahí donde quiere perecer, a mi lado, acarreando los fardos de su tristeza y la mía. Amo a Amanda, aun cuando sé que habita entre sirenas y corales en los reinos prohibidos que me son negados bajo el agua salada del mar. Nerea es implacable, no se rinde ni desfallece, porfía en enseñarme una senda nueva y desconocida. Dice que si la sigo hallaré la paz y el amor, el descanso de mi alma atormentada, la puerta de salida de esta locura que es la escisión de tu alma y la mía, dulce Amanda. Nerea es malvada. Me ha dicho que para avanzar, te tengo que dejar partir, que te deje entre las algas y las olas en cuyas crestas cabalgan los diamantes. Dice que me despida de tu nombre y de tu olor, del sonido de tu sonrisa, que lo guarde en un arcón y permita a mi corazón abrir los ventanales de la pasión, para que la luz regrese a mi vida y se lleve los velámenes mortuorios de mi soledad, de mi sepulcro en vida junto al tuyo, mi dulce Amanda.