Este verano estoy yendo poquísimo a la playa. Creo que uno de los que menos de toda mi vida. Bueno, eso es mucho decir, porque en realidad en los veranos de mi infancia pasaba la mayor parte del tiempo en el pueblo, en Castilla. Pero sí al menos desde que soy adulta.
Estos últimos años, en cuanto llegaba julio y cogía las vacaciones, mi mayor anhelo era irme a tirar al sol y a bañarme en el mar. Pero noto que poco a poco me va gustando menos lo de pasarme allí la mañana. Quizás es que me he cansado de la misma rutina, porque la mayoría de las veces voy a la playa que tengo más cerca de casa, y siempre sola. Quizás es que ahora el tiempo se escapa más rápido y me gusta dedicarlo también a hacer otras cosas. Quizás es que mi cuerpecito cada vez lleva peor las gélidas aguas de la ría de La Coruña…
Lo que sí se es que cuando puedo pasar un día en buena compañía en otras aguas un poco más templadas (que no todas aquí son iguales, ni siquiera en la propia ciudad), el meterme en el mar con la luz de la mañana y luego secarme al sol es uno de mis momentos de más felicidad en el mundo.
Y también que cualquier playa gallega en invierno es un paraíso para pasear. Como ésta de Baldaio, al lado de Coruña, donde se pueden pasar las horas caminando por su largo arenal, mirando sumergirse a los surfistas, a las gaviotas y cómo van y vienen las olas.
Y a ti ¿te gusta la playa? ¿Y qué me dices de ésta casa en Santorini? Creo que sería mi casa ideal, en el paisaje ideal, al lado del mar, claro!