Revista Espiritualidad

La plenitud de Dios en el amor de Cristo

Por Marmebe

La plenitud de Dios en el amor de Cristo“Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”. 1 Corintios 13:2-8-13.
La oración del Apóstol Pablo por los de Éfeso, era que ellos pudieran comprender con todo el pueblo santo cuán grande es el amor de Cristo, y que ese amor fuera la raiz y el fundamento de sus vidas; el que ellos conocieran ese amor mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, podrian llegar a ser colmados de la plenitud total de Dios (Efesios 3:16-20). El fundamento de todo nuestro ser debe ser el amor de Cristo, si no existe este amor en nuestros corazones, no somos nada, no hay humildad de espíritu, hay soberbia  y por lo tanto Dios nos resiste (1Pedro 5:5). 
En romanos 13:8 Dios nos dice: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley”. El amor del cual habla Pablo es el amor de Cristo, con el cual podemos amar a los enemigos, a soportar a los hermanos en sus debilidades, como también a soportar con gratitud todas aquellas pruebas y quebrantos que pasamos.Muchas veces decimos que tenemos el amor de Cristo en nuestro corazón, pero aún hay heridas que  no han sanado por la falta de perdón, tenemos en forma oculta rencores y mucho disgusto hacia nuestro prójimo, ese no perdón se traduce en falta de amor, y esto es una muestra de que todavía no se ha perfeccionado el amor de Dios en nuestros corazones; lo cual produce raiz de amargura, y nos puede hacer perder la gracia de Dios, como también por ella podemos causar mucho daño (Hebreos 12:15).Oremos a Dios para que podamos comprender el gran amor de Cristo, y ser llenos de ese amor en la plenitud de Dios, y así poderlo amar con toda libertad; amar lo que Dios ama y aborrecer lo que Dios aborrece para vivir una vida conforme a los parámetros de Dios y no a los nuestros.
Bendiciones.

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