Conocí el nombre del autor por la costumbre que tengo de leer todas las semanas la Revista literaria " del diario "El Mundo". De ella me gusta casi todo, pero presto especial atención a la Sección 'Primera Palabra' que firma el académico de la española El Cultural" Luis María Ansón, conocedor y crítico agudo de nuestra literatura. En especial es la poesía y el teatro el objeto preferido de los artículos que escribe para esta sección.
Fue allí donde hará poco más de un mes leí su opinión sobre el último poemario aparecido de un desconocido por mi poeta extremeño, Basilio Sánchez. El primer oxímoron saltaba desde el propio título del escrito pues a lo común de nombre y apellido se contraponía con gran belleza lo que le seguía: "hereda un nogal sobre la tumba de los reyes ". Me impactó el titular. Luego leí el cuerpo del artículo y anoté en mi memoria con cuidado el libro que ahí Ansón comentaba con entusiasmo.
A los quince días o así en Salamanca, mi ciudad, a la que regreso con gusto cada pocas semanas, me topé en la Feria del Libro que en su hermosa plaza mayor tenía lugar con el librito de Basilio de apenas 90 páginas, editado por Visor y que en portada destacaba que había sido merecedor del XXXI Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe. Lo adquirí de inmediato y poco a poco, como a mí me gusta degustar la poesía, lo he ido leyendo, saboreando, yendo y volviendo a los breves y hermosos poemas -63 en concreto- que contiene. Me ha parecido de una belleza sublime.
Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) organiza el poemario en tres apartados:
I. Hay un olor de agua y de resinas: págs.11 - 30 (20 poemas)
II. Mi mesa es del tamaño de un nido: págs. 33 - 52 (20 poemas)
III. El mar ha edificado una iglesia a la salida del sol: págs. 55 - 75 (20 poemas)
Y una Coda: págs. 79 - 81. (3 poemas)
Los títulos de cada uno de los apartados surgen de manera natural, tomándose del último verso del apartado anterior. El primero, sin antecedente previo alguno, parece emanar del continuum temporal en que estamos inmersos. Nace, pues, el poemario, in media res del mundo que vivimos. Los tres apartados contienen el mismo número de poemas, veinte, y la coda final parece dedicar un poema a cada una de las tres partes.
Son poemas intensos, sencillos, reconcentrados, de breve extensión -el más largo de 26 vv, y el más corto de sólo 5 vv-, que hacen alusión al agua, a lo inasible, a lo que es difícil o imposible de explicar con palabras, a lo inefable. Sólo el poema, sólo la palabra, puede intentar acercarse con sus contradicciones y paradojas a esta imposible certeza. Juan de Yepes, como bien afirmaba Luis María Ansón en el artículo de ' El Cultural' que me dio a conocer a este poeta extremeño, está en la base de la escritura de Basilio Sánchez.
Siente el poeta la vibración telúrica de la existencia, arroja la manzana de Newton sobre la fuente de los pájaros que vuelan a la región donde nada se olvida. Retorna entonces al hervor silencioso de la nada, a los cielos sin luna, a la inminencia de las casualidades y los astros, en la noche serena con llama que consume y no da pena. "Que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía, y el cerco sosegaba, y la caballería a vista de las aguas descendía". (Luis Mª Ansón, El Cultural, 26/4/2019)
También yo he querido reconocer en este poemario la fuerza del amor contenida en la poesía de Pedro Salinas y -quizás sea la celebración del bicentenario de su nacimiento lo que me lleva a él- de Walt Whitman. La fuerza de su voz, el arraigo con la tierra, el elemento telúrico, la afirmación personal del poeta americano con ese "yo" tremendo me ha parecido ver en ciertos versos: " Amo lo que se hace lentamente / lo que exige atención, / lo que demanda esfuerzo. " (p. 22); " Necesito vivir en un país / que no haya renegado de sus árboles, / necesito vivir en una tierra que envejezca a su sombra " (p. 43); " Soy una muchedumbre que camina en secreto. // Soy un pueblo a la orilla / de este mar incesante / que construye sus torres sobre las ruinas de sus aguas. " (p. 80).
Los 63 poemas están escritos en verso libre con preferencia por el endecasílabo y el heptasílabo cual silvas clásicas de rima libre, y uniendo a veces en un extenso alejandrino ambos metros con una cesura interna que lo escinde en esos dos versos. El uso de esta medida y la reiteración en su empleo dota al poemario de un claro sabor clásico al menos en el aspecto rítmico. Predomina en el libro, junto a la aparente sencillez, el color y la plasticidad logrados con el empleo de sustantivos complementados por una precisa adjetivación: " En el itinerario de los pueblos / hay casas incendiadas por la luz de la luna / y amaneceres rojos / como las amapolas / de las floristerías de la sangre. " (p. 38)
El título del poemario aparece expresado en dos versos -quizás en alguno más- del propio libro. Alude con él a la labor del poeta -de sí mismo- en busca de lo inmenso 'oculto en la espesura de las cosas '. En la hermosa naturaleza (' grandes árboles que iluminan de verde las mañanas del mundo '), sólo quedan minúsculos restos del excelso momento (' Oculto en la espesura de las cosas / queda un último eco, sin embargo, / de la canción del paraíso '). Las palabras, el poema, pues, es el instrumento, para buscarlos, para desentrañarlos. Es una poesía que esconde en su interior una profunda religiosidad. Una religiosidad que bien podría simbolizarse en ese pez pintado 'en la dovela secreta de una bóveda '.
Los temas hacen referencia todos ellos a la vida, a celebrar la existencia (" El mundo se nos revela siempre en un estado / de perfecta ebriedad ", p. 27). Una existencia que discurre en el tiempo, que es puro tiempo (" Es triste abandonar en un recodo / a aquel que has sido antes ", p.28), y por serlo se resuelve en pura narratividad: la vida como narración ("[te busco] / por las habitaciones donde alguien, / con un cabo de vela, se recoge / para contar historias / [...] /por las habitaciones donde alguien, / con un cabo de vela, se recoge / para escuchar a otro que las cuenta ", p. 51). En la vida que se celebra en el poema, las cosas son importantes, no tanto por sí mismas y menos por la tendencia del hombre a su mera acumulación sino por contener ellas una parte de divinidad, de sacralidad, de telúrico arraigo a la propia tierra de la que procedemos y a la que volveremos. Las cosas vienen a explicarnos a nosotros mismos. Y aquí, en la búsqueda de esta explicación, es donde aparece el poeta que entiende, crea y recrea a través del poema ("Uno escribe un poema para sentirse vivo ", p. 62) inmerso en el silencio ("El silencio le deja a uno llegar a ser quien es ", p.64) aunque se viva inmerso en el tráfago de la ciudad
"La ciudad, a lo lejos,
es un brillar de antorchas,
un panal acosado, un imponente
navío a la deriva en un océano
de aguas suburbiales " (p. 67)
La Poesía y su plasmación en el poema (" Yo creo en el poema / [... ...] / La poesía / no es una ambigüedad del corazón, / es una forma / de sentirte tú mismo siendo otro ", p. 74) es la piedra de sílex que le sirve al hombre para alcanzar lo complejo penetrando lo simple
En este sentido el poemario, que se alzó con el premio Loewe en la muy reciente XXXI edición, es una auténtica celebración de la Poesía.
En la contraportada del libro
BASILIO SÁNCHEZ (Cáceres, 1958) es autor, entre otros, de los libros de poemas Los bosques interiores (1993), La mirada apacible (1996), Al final de la tarde (1998), Para guardar el sueño (2003), Entre una sombra y otra (2006), Las estaciones lentas (2008), Cristalizaciones (2013) y Esperando las noticias del agua (2018). También ha publicado el libro de relatos de carácter autobiográfico La creación del sentido (2015).
Allí mismo, la poeta Piedad Bonnett de la que en este blog tengo reseñado un muy buen libro suyo [] vierte sobre el escritor cacereño unas hermosas palabras que aquí reproduzco:
"He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes es un libro de gran unidad y consistencia que con aliento místico nos invita a reencontrarnos con el mundo de lo natural, anterior, como dice el poeta, al tiempo del recelo, de la desconfianza. Partiendo de una mirada contemplativa, el libro se detiene en la humildad de lo pequeño, en sus fulgores y revelaciones, pero también exalta el misterio del origen, de lo inmenso, y la labor tesonera del poeta, que no es un iluminado sino un artesano de la palabra. Esta austeridad que el poeta busca no está exenta, sin embargo, de sensualidad, de imágenes teñidas de colores, sonidos y sensaciones. La suya es una poesía sutil, serena, sin estridencias, que propone una utopía que es también una ética: consustanciarse con el todo. Este libro reafirma la poesía como acto de fe, como un camino de vuelta a lo esencial, a lo que aun callando se revela". PIEDAD BONNETT