Aunque Gene era blanco, había en él algo de la sabiduría
y el cansancio de los negros viejos, y también algo que lo asemejaba mucho a
Hunkey, el drogadicto de Nueva York, pero a un Hunkey de carretera, un Hunkey
viajero y épico que atravesara y volviera a atravesar el país año tras año, el
sur en invierno y el norte en el verano, y sólo porque no hay ningún lugar
donde pueda estar sin aburrirse, y no hay ninguna parte sino todas partes,
rodar y rodar bajo las estrellas –sobre todo las del Oeste.
Detrás de mí, nada; delante, todo, como acontece siempre
en la carretera.
…pues me gustan demasiadas cosas y me sumo en la
confusión y me atasco cuando corro de una cosa a otra y al final acabo hundido.
Ésa es la noche; y eso es lo que la noche te hace. No tengo nada que ofrecer a
nadie más que mi propia confusión.
La pureza de moverse y de llegar a algún sitio, no
importaba adónde, tan rápido como fuera posible y con el máximo entusiasmo y la
máxima comprensión de cuantas cosas nos topáramos.
Port Allen –pobre Allen-, donde el río es todo lluvia y
rosas en una oscuridad de minuciosa bruma, y donde tomamos un camino circular
bañado por una luz neblinosa en el que de pronto vimos una gran masa negra bajo
un puente, y cruzamos de nuevo la eternidad. ¿Qué es el río Mississippi? Un grumo
empapado en la noche de lluvia, un suave chapoteo desde las caídas orillas del
Missouri, algo que se diluye, el fluir de la marea sobre el cauce eterno, una
contribución a las espumas parduzcas, un viaje más allá de los innumerables
valles y árboles y atracaderos, río abajo, río abajo […] siempre delante hasta
dejarlo todo atrás.
Mientras el taxista avanzaba por el infinitamente oscuro Alameda
Boulevard que yo tantas y tantas noches perdidas había recorrido en los meses
anteriores del verano, cantando y doliéndome y absorbiendo las estrellas y
destilando la esencia de mi corazón gota a gota sobre el asfalto de la noche
ardiente, Neal apareció detrás de nosotros en el Plymouth robado…
De noche, en esta parte del Oeste, las estrellas –tal como
las he visto en Wyoming- son grandes como candelas romanas y solitarias como el
príncipe que ha perdido su morada ancestral y viaja por los espacios siderales
tratando de encontrarla, y sabe que jamás tendrá éxito en su empeño.
En la carretera, Jack Kerouac
Traducción de Jesús Zulaika.
Editorial Anagrama, 2009.