LO CONFIESO. Rara vez me subo a La Noria. Y no es que pretenda ponerme estupendo presumiendo de integridad televisiva. Me hago cargo de que una audiencia de cuatro millones de personas es irresistible para cualquier político y, aunque ellos se hayan dejado engatusar por esa dulce tentación catódica, me da un cierto repelús que, en ocasiones, se pueda mezclar la morralla con lo sublime en un mismo espacio.
No me interesa el espectáculo disfrazado de información. Es más, me espanta ese flirteo de los políticos con los platós, en el mismo escenario donde algunos sábados sirven casquería para cenar. Y eso que no creo que ningún lector o televidente sea de mejor condición por informarse a través de los considerados medios pata negra.
Trinidad Jiménez este sábado, Tomás Gómez o Artur Mas hace un par de semanas, también José Bono, además de José Blanco como pionero de la cosa, se han subido sin complejos al Parque de Atracciones de la cadena de Fuencarral. ¿Cuánto tardará Esperanza Aguirre? De momento, la presidenta madrileña atiende con exquisita cortesía y deferencia a la intrépida reportera de Sálvame, espacio en el que ya ha intervenido por teléfono. Tiempo al tiempo. Dijo Blanco, a modo de excusa para justificarse, que "los políticos tienen que ir donde está la gente y no la gente donde están los políticos". Pues se me ocurren, señor Blanco, decenas de sitios donde está la gente y cuya presencia sería mucho más necesaria.
Tampoco es descartable que nuestros políticos, tan acostumbrados a las emociones fuertes, acaben mareados con tanta noria y nosotros hartos de tanto escaparate. Pues eso, que se compren un Bono Parque, si es que no se lo regala Jordi González, y que sigan rodando, aunque algunos no estaremos ahí para verlos danzar.