Imaginaros que tenéis un familiar en un pueblo recóndito al que hace siglos que no veis y, la verdad, tampoco os importa mucho su vida. De repente, os enteráis que su situación económica es buena y se os ocurre aparecer por su casa para interesaros por él y mostraros muy solícitos para ayudarle o lo que fuese necesario. Egoísta y patético ¿no?
Bien, pues lo que está ocurriendo ahora con Melilla es similar. Que Ceuta y Melilla forman parte del país, está claro, pero que durante el 90 % del tiempo se pasa de ellos, también.
A los políticos les importa una leche qué es de ellos, sus necesidades o problemas, salvo si mostrar interés puede significar más votos o fotografías en los medios de comunicación.
Este es el caso de la reciente visita que ha realizado Aznar. Hasta ahora sólo había ido tres veces, 1996, 2000 y 2004, siempre para mítines del PP de cara a las elecciones. Claro que ahora como nos pasamos el año viviendo una permanente campaña electoral, regresa de nuevo. ¿Acaso su partido tendrá miedo de no contar con votos suficientes el año que viene? Por si acaso, mejor ir a meter las narices y provocar cizaña no vaya a ser que después haya que lamentarse —igual es lo que piensa este partido de la oposición.
Lo dicho, la política en este país es un asco y cada vez lo dejan más claro con sus actos y palabras. Si en otros países todos se unen para arrimar el hombro y conseguir una recuperación más rápida—Francia, Portugal, Alemania, Inglaterra—, en el nuestro priman más los intereses propios —como siempre— a la urgente necesidad de levantar la economía del país. En España algunos están pensando: «Qué importa la situación económica, el paro…, mientras yo me haga con el poder ¡viva la crisis económica!» y así nos va.