POR MAURICIO CLAVER-CARONE
[email protected]Han pasado casi dos años desde que el presidente Barack Obama anunció que estaba "trazando un nuevo rumbo hacia Cuba" y levantó numerosas sanciones comerciales estadounidenses contra la isla para fortalecer al "pueblo cubano" y al "sector privado emergente" de la isla. En ese momento, las mentes razonables podían estar en desacuerdo con las tácticas de Obama, que ignoraban la difícil situación de los disidentes políticos de Cuba, pero pocos podían estar en desacuerdo con la supuesta intención del presidente.
Desde aquel anuncio del 17 de diciembre de 2014, no ha habido mucho que celebrar. La represión política en Cuba ha alcanzado máximos históricos; la emigración ha aumentado a niveles no vistos desde la huida de los balseros de 1994; las violaciones de la libertad religiosa se han multiplicado por diez; y la tasa de crecimiento del llamado "sector privado emergente" ("cuentapropistas") se ha vuelto negativa.
En resumen, el nuevo rumbo de Obama hacia Cuba ha empeorado una situación ya de por sí mala. Recientemente, Obama y su administración añadieron el insulto a la herida al promulgar normas que permiten a los estadounidenses hacer negocios con los monopolios estatales cubanos dirigidos por miembros de la familia Castro. Se trata de empresas y propiedades confiscadas sin compensar a los propietarios -robadas- por el régimen de los Castro. Muchos de los propietarios eran estadounidenses o cubanos que huyeron de la isla. Tres nuevas disposiciones, promulgadas conjuntamente el 14 de octubre por los Departamentos del Tesoro y de Comercio de Estados Unidos, envían un mensaje claro: la administración Obama ha dado un giro para apoyar al régimen de Castro, en lugar de al pueblo cubano y su deseo de reforma económica y política. Las nuevas regulaciones estadounidenses:
- Eliminar el tope de 100 dólares a la importación de ron y puros cubanos para consumo personal. El tope se había impuesto porque estas industrias, junto con sus marcas registradas, habían sido confiscadas. La ley estadounidense y las administraciones anteriores nunca habían legitimado ese robo de propiedad privada, el tráfico de propiedad robada o el apoyo a los monopolios estatales de Cuba. Aparentemente, al presidente Obama ya no le importa. El mayor beneficiario es, por supuesto, la industria del ron de los Castro, anclada en una destilería robada y su marca "Havana Club". José Arechabala estableció la destilería en 1878 y comenzó a exportar ron Havana Club a los Estados Unidos en 1934. La dictadura de Castro confiscó por la fuerza todos los bienes de la familia Arechabala en 1960. La familia fue encarcelada o huyó de la isla con solo la camisa que llevaban puesta. Hoy, los estadounidenses que viajan a Cuba pueden divertirse, beber y llevarse a casa todo el ron Havana Club que quieran, sin saber ni importarles que los Castro disfrutan de las ganancias.
- Limitar la definición de "funcionarios prohibidos del régimen cubano". Este cambio otorga a los funcionarios del gobierno de Castro el mismo acceso a la asistencia financiera de EE.UU. que, supuestamente, fue diseñada únicamente para apoyar "al pueblo cubano y al sector privado emergente". Como resultado, los miembros del Consejo de Estado de Castro; la legislatura títere; los fiscales políticos; los funcionarios del régimen local y provincial; los funcionarios del ministerio; la policía secreta ( DSE ) y los agentes de inteligencia ( DGI ); los represores del barrio ( CDR); los censores de los medios de comunicación y la cultura; incluso los guardias de prisión podrán recibir remesas y regalos ilimitados, establecer cuentas bancarias, acceder y utilizar Internet para reprimir a los disidentes cubanos que han estado buscando el apoyo de EE.UU. para la reforma económica y política.
Es difícil justificar este último "regalo de la Casa Blanca" en medio del dramático aumento de la represión.
- Permitir "contratos de contingencia" con los monopolios estatales de Castro. La ley estadounidense prohíbe los contratos con los monopolios estatales de Cuba. Las ventas de productos agrícolas, medicamentos y dispositivos médicos fueron excepciones ordenadas por el Congreso. La administración Obama ha ignorado ahora la ley para autorizar tratos con estos monopolios si los contratos incluyen una "cláusula de contingencia" que establezca que no se implementará hasta que se cambie la ley estadounidense o la transacción sea autorizada específicamente por el Departamento del Tesoro. Eso equivale a robar el futuro del pueblo cubano.
Obama está tan decidido a crear un lobby de intereses corporativos estadounidenses para presionar al Congreso a fin de que cambie la ley, que ha invitado a la familia Castro a dividir y establecer un reclamo contractual de propiedad sobre cada industria o negocio potencialmente lucrativo en la isla, dejando al pueblo cubano sin nada para el mañana.
El presidente ha calificado repetidamente la política estadounidense hacia Cuba como una "reliquia de la Guerra Fría". Tuvo que hurgar más profundamente en los archivos para obtener esta disposición, que recuerda mucho a una época en la que la política exterior estadounidense se alió con dictadores latinoamericanos y corporaciones estadounidenses, como la United Fruit Company, para negociar el futuro económico de esas naciones.
La "política hacia Cuba" del presidente Obama ya no tiene ninguna estrategia racional. Ha pasado de ser lo que inicialmente se presentó como un propósito noble a ser pura adulación en pos de "primeros logros históricos". Lamentablemente, los disidentes cubanos que reconocieron la intención de Obama desde el principio y la calificaron de "traición" a su lucha por la libertad ahora han demostrado que tenían razón. Su previsión les ha costado un precio terrible.
Mauricio Claver-Carone es el director ejecutivo de Cuba Democracy Advocates en Washington, DC https://www.miamiherald.com/opinion/op-ed/article115155568.html https://cubacenter.org/