El PSOE se lia la manta a la cabeza y avanza hacia el infierno dividiéndose y los dos bandos resultantes, los fieles a Sanchez y los que obedecen a la gestora, se odian y olvidan que su deber no es acuchillarse sino regenerarse y recuperar la fuerza que siguen perdiendo y demostrar que sus objetivos ya no son el poder, la corrupción y el reparto de privilegios, como en el pasado, sino el servicio a los ciudadanos y a la democracia. Por su parte, el PP se radicaliza y se enconcha bajo el manto frío, insensible y arrogante de Mariano Rajoy, un político al que es difícil verle el alma y que ha demostrado con creces que para él todo vale con tal de conservar el poder, desde el engaño a la traición a sus votantes, sin olvidar pactos contra natura, pactos que no se cumplirán nunca, promesas electorales incumplidas y una radicalización en el centro izquierda que supera a la de los socialdemócratas. ---
Mientras el PSOE lucha por el poder y se despedaza internamente, demostrando que está de espaldas a los valores y a esa generosidad que contempla la política como un servicio al pueblo, el PP se radicaliza en la izquierda socialdemócrata y se olvida de sus valores fundacionales teóricos: el humanismo, el cristianismo y el liberalismo.
Jaime Mayor Oreja, un puntal del PP caído en desgracia por voluntad expresa de Rajoy, lo acaba de afirmar con claridad: “No veo ninguna posibilidad hoy de regeneración en el Partido Popular”.
El asunto del premio gordo de la lotería de Navidad 2016 que le ha tocado al PSOE está causando un daño terrible a ese partido y demuestra su degeneración profunda. Tocaron 2 millones de euros en la sede de Ferraz y todavía siguen peleándose por ese dinero, mientras los españoles se preguntan: ¿Cómo podemos fiarnos de gente que desconfía una de otra y que se engañan y estafan mutuamente? ¿Están esas personas preparadas para gobernar?
El panorama de la política española es desolador porque los viejos partidos, PP y PSOE, cuya mayor obsesión en el presente es recuperar el "paraíso perdido" del bipartidismo, están carcomidos por la termita y los nuevos partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, demuestran que nacen viejos y con vicios que los invalidan como alternativa y que cierran el paso a la esperanza y a la regeneración de la política española.
Los ciudadanos mas conscientes y demócratas rechazan a los políticos como nunca antes en la historia de España, pero a los políticos ese rechazo les importa poco porque se sienten protegidos y blindados por un sistema que les convierte en impunes e invulnerables a pesar de sus fracasos y suciedades, atrincherados en el Estado y protegidos por sus escuderos: periodistas sometidos, jueces y policías.
Este es el panorama reinante en una España cuyo mayor problema es su clase política, una de las peores del mundo, culpable de casi la totalidad de los males y dramas que afectan al país.
La política, en manos de partidos huecos y arrasados por la carcoma, se divorcia de la ciudadanía, cierra la puerta a la regeneración y se aleja de la democracia a zancadas.
Jaime Mayor Oreja no lo ha dicho, pero seguro que lo piensa: el PP (y también el PSOE) no se regenera porque es un partido diseñado para vivir en aguas corruptas y que si tuviera que vivir en aguas cristalinas, moriría por falta de suciedad.
Los expertos dicen que apenas aflora el 10 o el 15 por ciento de la corrupción real y que el resto permanece oculta y nunca pasa por la Justicia. Si eso es lo que ocurre en España, donde la masa de la corrupción descubierta es asquerosa y asfixiante, quedan por descubrirse miles de casos que, de conocerse, pondrían los pelos de punta al mundo civilizado y tal vez hicieran despertar al cobarde y narcotizado pueblo español.
Nadie reacciona, nadie protesta en serio, la gente no sale a las calles para demandar justicia, decencia y castigo para los miles de políticos que no pueden explicar su patrimonio, a pesar de que la ciudadanía está siendo convertida en rehén del abuso y del mal gobierno. Nadie parece tener en cuenta que España pierde cada año más de un 10 por ciento de su PIB en las hediondas callejuelas de la corrupción.
Francisco Rubiales