Revista Política

La política kitsch, el discurso político como una patata hervida disfrazada de alta cocina

Publicado el 11 agosto 2015 por Trinitro @trinitro

tazas-kitschUno de los libros que más me me ha sorprendido este verano es “Apocalípticos e integrados de Umberto Eco, escrito en 1966. Su descripción de los problemas de la “Midcult” y del choque entre la “alta cultura” y la “cultura de masas” y la descripción de las actitudes de “apocalípticos” y de “integrados” se puede aplicar hoy en día a la construcción del discurso político del siglo XXI.

En el discurso político, igual que en el arte existen elementos de creación cultural e intelectual. Igual que en el arte existe una serie de consumidores de este discurso que pretenden cubrir una serie de inquietudes y necesidades.

En el discurso político existen también diversos registros: mensajes políticos para personas muy formadas y con inquietudes muy complejas, mensajes políticos para personas cuya inquietud política y dedicación es mucho menor, pero a la vez una especie de “Midcult” que quiere superar el registro para la política de masas y “consumir” mensajes políticos aparentemente altos.

La política kitsch es el producto intelectual diseñado para aquellos que quieren salir de la masa, consumiendo un discurso aparentemente de alto nivel, pero que requiere de poca energía y tampoco produce choques cognitivos y fuerza a un análisis más a fondo.

No pretendo hacer un alegato contra la divulgación política o la política en un registro “bajo”

Puede parecer que sea uno de los “apocalípticos” que describe Umberto Eco e intento hacer esta advertencia antes de seguir adelante. Yo no produzco discurso de “alta política”, no hago “papers” para académicos o hago análisis de una sutileza que requiera una formación académica y una experiencia profesional remarcable para poder ser entendibles. Hago divulgación política y análisis que se mueven entre el registro medio y el bajo, que alguien con una formación política o experiencia política puede extraer algo más pero que también alguien con un conocimiento político básico puede extraer alguna idea útil e intento además que le sea chocante y ayude a que esa persona ella misma cree sus propias conclusiones.

Admiro realmente a quien logra arrastrar los discurso de alto nivel académico a un registro medio o básico, como lo hace la gente del Cercle Gerrymandering o los de Politikon. Ellos producen productos intelectuales para una Midcult, pero siendo “cultura de masas”, es elaborada, permite una decodificación a varios niveles, permite ampliar fuentes si se tiene suficiente inquietud, permite lecturas paralelas, etc.. Luego ya el contenido puede ser discutible, criticable, como los argumentos que escribo en mi blog o cualquier contenido político, o se puede criticar la actitud más abierta o menos de los autores o la capacidad para eludir o no sus propios sesgos cognitivos, repito como yo mismo o cualquier divulgador o analista político. Lo que es incuestionable es el código en el que están escritos ayudan a descodificarlos dentro de un contexto y aportan un valor intelectual del contenido de lo más correcto.

Tampoco critico a quien hace discurso político para los niveles más básicos. Un discurso creado en un contexto de política básica, de la mal llamada “política de la calle”, es construida en ese contexto, se decodifica por los valores, construcciones simbólicas y conocimientos de la “gente de la calle” y no tiene pretensiones que van más allá, ni tampoco enmascaran una falta de contenido y discurso en palabras rimbombantes o formas que buscan conseguir un efecto aparente pero sin contendio real.

Yo mismo he practicado la construcción de discurso político básico cuando hago un discurso destinado a un público más amplio que la comunidad de lectores más fieles de mi blog (a los que los supongo un público que busca productos de “Midcult” política), y para hacer una aportación de calidad requiere tanto esfuerzo como para un público formado y con cultura política.

Me encanta la franqueza del discurso político de una política de base sin pretensiones, que se decodifica enteramente con los códigos de “la cultura de masas”, que no pretende engañar bajo formas o formulaciones que sobrecargan y sobre-embellecen el discurso para enmascarar la debilidad del contenido. No solo es la franqueza del discurso político de base, también permite, siempre que nos quedemos en los registros y decodificaciones de la “gente de la calle”, un debate de cierta calidad con personas que deciden dedicar las energías justas a la política.

El discurso político básico es un instrumento y una plataforma de transmisión de contenidos culturales, intelectuales y cognitivos válida y adecuada.

Tampoco critico a quien pretende acercar la alta política y las complejidades del análisis político más elevado a un público “medio”, que no es experto pero quiere dedicar más energías para aproximarse a la cuestión de la res pública. La divulgación es un arte, y si lo haces con honestidad intelectual y en un registro adecuado es también una plataforma adecuada de transmisión de contenidos culturales, intelectuales y cognitivos. Además permite abrir las puertas a los receptores a elementos de más complejidad y que ellos mismos tengan momentos de descubrimiento y crecimiento intelectual.

Critico precisamente la política Kitsch, el discurso creado para el consumo de masas o la “Midcult” pero con pretensiones y con formas y formalismos fuera del registro en el que queremos que cause efectos, y con unos contenidos muy por debajo de las formas y formalismos que estamos utilizando. Al abuso del lirismo, de la invocación de valores últimos, a un sobre-trascendentalismo de nuestro discurso político.

¿Que es la política Kitsch?

No daré una definición canónica (sería pretencioso) sino que utilizaré diversas descripciones que hace Umberto Eco de la cultura kitsch y haré su traducción a la construcción cultural política, pero me avanzaré a las definiciones de Umberto Eco y pondré un ejemplo ficticio.

Enrique Pastor, personaje ficticio de la serie “La que se avecina” es un ejemplo de la política Kitsch. Enrique Pastor utiliza un lirismo, una evocación de altos valores y de un abuso de palabras de un registro superior cuando hace cualquier discurso mínimamente político. Sea para hablar de reformar unos bajantes, como presentar una corrida de vaquillas en las fiestas mayores, termina apareciendo valores universales como la “paz mundial”, “la concordia”, “la convivencia”. Hacer un discurso épico de la reparación de unos bajantes es el vivo ejemplo de cultura política Kitsch. Es además parte de la gracia del personaje y hace de arquetipo del típico regidorcillo que llena de lirismo y trascendentalismo sus discursos como si fuera Wiston Churchill en 1941.

Enrique Pastores hay muchos en la política, los hay entre los políticos noveles y los políticos curtidos, los hay entre políticos de partidos y activistas sociales, los hay entre tertulianos de la televisión y columnistas de periódicos y los hay entre políticos amateurs y entre los “profesionales”.

La política Kitsch como “emplaste” descontextualizado de un registro en otro.

Citando a Umberto Eco:

“lo que caracteriza como Kitsch, es su incapacidad de fundir la citación en el nuevo contexto; y el manifestar un desequilibrio en el cual la referencia culta emerge provocativamente, pero no es intencionada como citación, es pasada de contrabando como invención origintal, y sin embargo domina sobre el contexto, demasiado débil para soportarla, demasiado informe para aceptarla e integrarla.” Umberto Eco

La política Kitsch coge elementos descontextualizados y los introduce en un registro medio o bajo, sin sentido de continuidad, no para transmitir nuevo conocimiento sino para que ese elemento domine el mensaje y termine aplastando todo análisis crítico. Un par de ejemplos:

“La violación de los derechos humanos que representa la prohibición de la consulta independentista del 9N debería es equivalente a la persecución que históricamente han recibido muchos pueblos por parte de gobiernos totalitarios”

“Una personas de valores izquierdistas no puede asumir que se puede hacer política con personas que hacen recortes, como los de la sanidad, que llevan la muerte a las personas. Pactar con ellos es pactar con criminales y asesinos.”

En ambos casos se invocan valores superiores (la libertad de los pueblos oprimidos, el derecho a la vida) para hacer una crítica política descontextualizada, generando un mensaje cuyas formas son de tal calibre que o bien compras el mensaje o bien lo ignoras, no permite matices, ni análisis, ni un pensamiento crítico, ni tampoco aporta un valor adicional. Simplemente ofrece un producto de consumo para los convencidos de cada elemento generando un mundo maniqueo, de buenos y malos y que intenta que la persona que lo lea se alinee con los “buenos”.

¿Como haría estos mensajes sin hacerlos “Kitsch”?

“Creo que un gobierno con un talante más democrático buscaría una solución para el problema catalán que pase por un referéndum legal y acordado, que el gobierno de España no busque esta solución posiblemente indique que la democracia en España no esté aún suficientemente desarrollada.

“Yo no pactaría con un gobierno de derechas que realiza recortes contrarios a mis valores y a mis formas de hacer política, cuesta mucho entender que gente de izquierdas termine pactando con estos políticos.”

La política Kitsch como pura apariencia y forma

La política Kitsch es también un espacio de pura apariencia y postureo, de generar un elemento de consumo cultural político que sea lirismo puro y duro, con un contenido débil pero que haga ver que el que lo produce es alguien “culto”, “literato”, “elevado”, “un gran político”.

Citando a Umberto Eco:

“El Ktisch es la obra que, para poder justificar su función estimulaora de efectos, se recubre con los despojos de otras experiencias, y se vende como arte sin reservas.”(…)

“el mensaje pretende ser intencionado en cuanto a tal: es formulado de modo que el lector se entusiasme con un autor que “escribe tan bien””

Umberto Eco

Pongo un par de ejemplos:

“Las voces de las gentes del barrio muestran verdades que ningún político sabe entender, son la voz de la sabiduría popular a la que los medios y los políticos apenas hacen caso.”

“Las movilizaciones que se realizaron el 15M demuestran que hay un pueblo indignado, agotado y cansado de los políticos de toda la vida, también demuestran que la democracia es una mentira y los políticos están al servicio de los poderosos, por eso el espíritu del 15M ha de liderar el proceso constituyente que nos lleve a una sociedad más justa, igualitaria y del 99%”

Ambos discursos nos evocan una épica y un lirismo que además invoca el arquetipo del “buen obrero”, luchador, de base, el mito de una base social pura y no contaminada por el poder, cuyos valores son superiores, inmaculados y son los políticos los que los corrompen y los manchan. También invoca el arquetipo de “políticos segregados de la sociedad”.

Ambos discursos no permiten matices, transmiten un discurso plano y como en los otros ejemplos, o los compras o los rechazas. No permite ir más allá. Existe un pueblo puro, libre y que es oprimido o ignorado por los políticos.

¿Cómo haría estos discursos sin hacerlos Kitsch?

“En ocasiones hay personas de la calle y activistas de barrio que tienen ideas sorprendentes y positivas que haríamos bien en escuchar”

“El 15M demostró que la percepción de una parte de la sociedad era que sentía que la política y los políticos les era ajeno. Seguramente eso muestra un malestar social más profundo y esto nos obliga a reformas institucionales de calado.”

Y el problema real de la política Kitsch, tranquilizar consciencias aplacando inquietudes

La política kitsch no es solo un producto vacío, que si es inocuo, simplemente ocupa espacio mediático y social desplazando un discurso, sea alto o bajo, que permite ser decodificado aportando más valor. La política kitsch es perniciosa precisamente por su diseño y el efecto placebo que produce en su audiencia, matando las inquietudes políticas con una sobredosis de apariencia insulsa.

Citando nuevamente a Umberto Eco algunas características del kitsch de la Midcult:

“1)toma prestados procedimientos de la vanguardia y los adapta para confeccionar un mensaje comprensible y disfrutable por todos; 2) emplea tales procedimientos cuando son ya notorios, divulgados, sabios, consumados; 3) construye el mensaje como provocación de efectos; 4) lo vende como arte; 5) tranquiliza al consumidor, convenciéndole de haber realizado un encuentro con la cultura, de forma que no se plantee otras inquietudes”.

Este es el problema de los discursos políticos kitsch, producen una falsa sensación tranquilizadora con la que llena lo que es una inquietud interna. Leemos o escuchamos ese discurso que en sus formas y lirismo nos parece elevarnos sobre valores universales, sobre cuestiones trascendentes y sobre el discurso aparentemente banal de la política de piedra picada, lo consumimos y esa inquietud política por algo que nos haga pensar queda satisfecha.

Hemos tomado nuestro SOMA, nuestra pastilla tranquilizadora, el prozac intelectual con el que quedamos satisfechos. Y con eso nuestra inquietud queda satisfecha, nuestra mente curiosa ya tiene su juguete intelectual, el acto de consumo intelectual se ha realizado y podemos dedicarnos a otra cosa.

Y eso es un problema, porqué la política kitsch en el fondo no tiene contenidos relevantes, ni siquiera comparada con el discurso político más llano hecho para ser decodificado en un registro bajo. El segundo logra aportar algo de originalidad y obliga a un pequeño esfuerzo intelectual para ser digerido y decodificado sin además realizar pretensiones, el primero no. Es un paquete de mensaje lírico, de palabras elevadas, pero cuyo contenido es comparable al del aire de un buñuelo de viento.

En términos gastronómicos es comparar un plato de lentejas hechas por un cocinero mediocre y servidas en un bar de carretera a una patata hervida decorada con filigranas y esencias de mil sabores, aromatizada y presentada en un plato enorme bajo una sonata de violines. El primero sabemos que nos nutre, que tendremos una experiencia gastronómica aceptable y razonable y no creeremos además que estamos viviendo una experiencia de alta cocina. La segunda, el sabor de lo que comemos será indescifrable ya que las esencias invadirán y saturarán nuestros sentidos antes que ni podamos poder degustar la patata y posiblemente quedaremos confundidos ante el aluvión de parafernalia creyendo, si no tenemos un sentido gastronómico cultivado, que tal vez esto sea una experiencia gastronómica de cierto nivel.

La política kitsch te está sirviendo una patata hervida sin ninguna gracia, y sin contextualizarla en un plato donde junto a otros ingredientes haga un plato decente, rodeada de mil esencias y condimentos absurdos, descontextualizados y que pretenden hacerte creer que estás teniendo una experiencia gastronómica elevada.

La política ktisch realiza una falsa satisfacción de una necesidad de un discurso que vaya más allá del “plato de lentejas” (cuando este discurso puede que tenga mucha más riqueza de la que creemos) pero que en el fondo sólo nos refuerza nuestros prejuicios, nos regala los oídos y nos genera la misma capacidad de análisis político que una boñiga de cabra.

Lo llamo el efecto “Héroes del Silencio”, cuyas letras para mí suponen el cúlmen del kitsch trascendentalista. Letras que aparentemente dicen verdades universales, elementos trascendentales, cuestiones vitales profundas pero cuando son analizadas es puro viento… no hay nada, no hay ni siquiera una historia concordante. Aunque supongo que “Héroes” busca precisamente ese efecto, y sus fans deberíamos ser conscientes de ello, en el contexto del consumo puro del lirismo trascendentalista de Héroes es un producto de consumo cultural que no suple ni intenta engañar. El problema es que la política kitsch no es franca en este sentido y no es inocua, como puede serlo las letras de “Héroes”.

Y ese es el verdadero peligro de la política kitsch, que embota la inquietud positiva de buscar un discurso político un poco más complejo y elaborado que ayude a ampliar y darle riqueza y tridimensionalidad al pensamiento político de la persona que tiene esa inquietud, y la satisface con un remedo de ese discurso. Engaña a través de sus formas, su lirismo, su trascendentalismo, su repetición de lugares comunes y de supuestos universalismos que en el fondo, son una patata mal hervida, sin valor intelectual alguno, excepto como ejercicio de lirismo.


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