Revista Cine
Chicago es la tercera ciudad más importante de los Estados Unidos. Un crisol cultural a la orilla del lago Michigan que se alza orgullosa, desafiante y hermosa. Chicago recuerda a los gangsters, a la ley seca, a Eliot Ness y Al Capone. Chicago es un lugar con sus propias normas, con su propia ley. Un microcosmos que funciona y que en los últimos meses está muy presente en la televisión gracias a series como The Good Wife, Boss y The Chicago Code. Series que dejan muestran como funciona esta gran metrópolis. La política, la justicia y la ley juegan con cartas marcadas, la corrupción está a la orden del día, y todo el mundo le debe un favor a todo el mundo. The Good Wife nos muestra los entresijos políticos y legales de la ciudad. Peter Florrick fue Fiscal General, cayó en desgracia por un asunto de prostitución, volvió a su puesto y ahora parece aspirar a algo más grande. El condado de Cook, que se encuentra dentro del área metropolitana de Chicago, es el segundo más poblado de los Estados Unidos, y el centro de mando de Peter Florrick, un lugar privilegiado para la política y para aspirar al poder. Según he leído en la Wikipedia: "El condado es el que tiene el mayor número de partidarios del partido Demócrata que cualquier otro condado de Illinois, y es uno de los más demócratas de los Estados Unidos". Cinco de las mujeres más poderosas de los Estados Unidas son de Chicago, eso mencionan en The Gold Coin Kid, un capítulo de la magnífica The Chicago Code. ¿Y quienes son esas mujeres? La primera dama Michelle Obama, Hillary Clinton, Oprah Winfrey, Irene Rosenfeld y Christine Lagarde. En The Chicago Code vemos como un puñado de héroes solitarios se unen para poner fin a la corrupción endémica de la ciudad. Su mayor oponente será el concejal Gibbons, un hombre que entiende Chicago porque es parte de si mismo. Boss, centrada en el alcalde Tom Kane (Kelsey Grammer) es la que mejor muestra, hasta el momento, el lado más oscuro de la corrupción política y moral de la ciudad. Kane es un emperador que ve tambalearse su poder, un dios con pies de barro que lucha contra lo inevitable. Chicago es su corazón y su alma, su razón de ser, su vida, su amor, su familia. Chicago está en su mente cuando se levanta, aparece en sus sueños y pesadillas, murmura su nombre antes de acostarse. No es fácil dirigirla pero es imposible abandonarla porque hay algo en el aire, algo en el agua, algo en sus árboles, sus edificios, sus calles que engancha. Es una droga muy dura, muy adictiva. Viendo estas tres series llego a comprender la fascinación y orgullo de los habitantes de la ciudad del viento. Por desgracia hemos perdido a The Chicago Code en el camino, aunque sus trece capítulos son magníficos y nos permiten llegar a sumergirnos en la complicada red de sobornos y chantajes que mantienen funcionando Chicago. Por fortuna, veamos el lado positivo, seguimos teniendo The Good Wife y Boss. Para mi, la Second City, siempre será el telón de fondo donde se desarrollaba mi queridísima Edición Anterior, donde los médicos de ER hacían turnos dobles, donde la familia Gallagher se las apaña para sobrevivir. Chicago nos ha regalado grandes historias, grandes momentos televisivos y un marco incomparable en el que desarrollar series. Puede que con el tiempo aparezca otra serie que ocupe el lugar dejado por la serie de Shawn Ryan, crucemos los dedos.