La última película de Bruce LaBruce, L.A. Zombie, censurada para su proyección en el Festival de Melbourne, se ha proyectado en el Festival de Locarno como reivindicación de la obsesión del director por la pornografía sangrienta. Bruce LaBruce siempre ha mostrado una particular visión del cine pornográfico, desde que sus primeras películas le consolidaban ya como un realizador que estaba interesado por el mundo del porno gay, pero al mismo tiempo introduciendo elementos del cine independiente que englobaban sus películas en un circuito más comercial. Y de hecho, la consolidación de LaBruce como director que se salía de la distribución habitual de la pornografía homosexual le vino precisamente de la aceptación de su cine en un mercado tan "indi" como el Festival de Sundance, donde logró presentar su película Hustler white (1996). A partir de ahí, muchos han querido ver en este cineasta canadiense que se mueve últimamente con comodidad entre productoras X de Alemania, una especie de líder adelantado de lo que en su momento se dio en llamar queer punk porno. O lo que es lo mismo, una personal representación del mundo del porno aportando cierta identidad personal a sus producciones, que ni son el típico producto para espectadores onanistas ni tampoco resultan cómodas para el público habitual de las salas comerciales.
No skin off my ass (1996)
El cine de Bruce LaBruce se ha vuelto en los últimos años más bizarro y mucho más experimental, no se sabe si debido a una evolución personal o simplemente por una cuestión de adaptación a los nuevos tiempos. Dado el elemental contenido cinematográfico de sus películas, que tampoco se preocupan mucho por una elaborada concepción visual, las propuestas de este realizador acaban resultando interesantes gracias sobre todo a su desmedida intención provocadora, a pesar de lo cual ha conseguido estar en la programación de muchos de los festivales más importantes del panorama. En los noventa, filmes como No skin off my ass (1991), Super 81/2 (1993) o la citada Hustler white, que contenía ya algunas escenas de sexo explícito, comenzaron a marcar esta provocadora visión del mundo gay, que se inspiraba tanto en grandes directores de cine "tradicional" como Robert Altman o Federico Fellini, como en representantes del "queer cinema" intelectual como Kenneth Anger, Paul Morrisey o Andy Warhol.
Skin Flick aka Skin Gang (1999)
Hay dos constantes en el reciente cine de LaBruce: la cultura skin (como elemento provocador) y la obsesión por la muerte (como paralelismo en torno al sexo). Ya en Alemania, donde ha venido produciendo sus títulos más pornográficos, películas como Skin gang (1999) o The Raspberry Reich (2004), LaBruce comienza a dar muestras de su particular interés por introducirnos en los límites de la violencia y los grupos que la representan (una banda de skinheads en la primera y un grupo terrorista en la segunda). Y consigue, entre mamadas y enculamientos, elaborar una reflexión en torno a estos elementos que distorsionan nuestra realidad teñida de normalidad. Pero tampoco le faltan ciertas pinceladas de provocación que resultan divertidas, como aquella escena de Skin gang en la que un skin se masturba y termina eyaculando encima del Mein Kampf, la biblia del nazismo que escribió Adolf Hitler. Ni qué decir tiene, por supuesto, que toda esta parafernalia skin le permite también rodearse de esa iconografía sadomasoquista que sirve para que Bruce LaBruce construya sus habituales escenas de sexoduro. La otra obsesión reciente del director canadiense es la muerte, representada por los zombis. De Otto; or, Up with dead people (2007) ya hablamos en nuestro post El regreso de los no-muertos. Aunque contiene también esas escenas explícitas de sexo gay (aquí embadurnadas de sangre y vísceras), entre ellas una penetración "estomacal" en el cuerpo agujereado de un zombi, lo cierto es que Otto no es más que una historia de amor adolescente, y en ese sentido posiblemente se trata de una de las películas que mejor fusiona el carácter gamberro-experimental de Bruce LaBruce con una tendencia hacia el romanticismo sucio que debería explorar más asiduamente.
L.A. Zombie (2009)
Ahora, Bruce LaBruce ha presentado en el Festival de Locarno su última película, L.A. Zombie, precedida de la polémica (y la publicidad gratuita) que le ha proporcionado el hecho de que fuera seleccionada para el Festival de Cine de Melbourne, incluida en su catálogo y finalmente censurada su proyección por el reglamento de la Film Classification Board que la ha considerado como no apta para circuitos comerciales. Pero estas circunstancias externas ya han provocado el interés por ver un film que también cuenta como aliciente (para los pornófilos gays) de tener en su reparto al actor porno francés François Sagat, que ha acabado convirtiéndose en la estrella del Festival de Locarno gracias a dos trabajos como protagonista fuera de los circuitos estrictamente pornográficos. Su papel como "muerto viviente empalmado" en L.A. zombie y su interpretación sensible en Homme au bain (Hombres en el baño), la última propuesta del siempre controvertido Christophe Honoré. La película de Bruce LaBruce, que bucea de nuevo en el universo del sexo sangriento, promueve la última filosofía del realizador canadiense, que busca encontrar un espacio en el cine porno experimental, una suerte de revisión para mentes abiertas de la convencional trayectoria del último cine independiente.