Revista Atletismo

La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.

Por Pamalira
Afrontamos la etapa más larga y última hasta Tavascán. Todas presentan una dureza similar y, que duda cabe, requieren una mínima preparación. Nos llegan buenas noticias de Enrique desde el hospital y, sin más dilación, arrancamos. Nuria y Quim salen primero y ya nos despedimos. Los primeros pasos nos llevan a algún que otro despiste pues las marcas a veces nos confunden y tomamos el camino incorrecto.

La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.

Empezamos por una senda preciosa y agradable junto al río; pronto la pendiente se hace considerable hasta llegar a una cabaña donde la sombra aplaca el intenso calor.

La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.
La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.

El fondo del valle ya queda muy atrás y nuestras miradas ojean el horizonte y no dejan de buscar los hitos y marcas que nos lleven por el camino correcto. Arriba, junto al primer lago, están los montañeros de verdad, extasiados por la belleza del paisaje. Una manada de caballos aún contribuye a ensalzar el lugar. Enfrente un refugio, pequeño, a modo de contenedor al que no le faltaba nada de lo indispensable ante unas condiciones climáticas extremas.

La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.

La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.
La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.
La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.

El paisaje se vuelve casi lunar, sin vegetación, sólo piedras, grandísmos desniveles y mucho calor. El agua escasea y llegamos a un collado donde nos reagrupamos con nuestros colegas andarines donde hicimos la última gran cumbre de La Porta del Cel.

La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.

La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.

Llegamos a la cabaña de Boldís donde estaba el último punto para clicar nuestro pasaporte y que certifica el cumplimiento de la totalidad del trazado.

La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.
La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.

El sendero se vuelve zigzagueante, pesado y con el final de la ruta a nuestros pies. Parece que por mucho que andemos no avanzamos. Tavascán está ahí bajo, muchas ganas de llegar y descansar después de esta larguísima estapa. Los pies están ardiendo.

La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.
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La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.
La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.
Por fin llegamos y me apresuré acercarme al bar más cercano para pedir esas cervezas que tanto deseábamos. Recuerdo que Antonio me dijo que fueron las cervezas que mejor le habían sentado en su vida. Con un gran retraso sobre lo previsto, llegamos casi anocheciendo. Sólo quedaba cenar, recordar felizmente lo vivido estos días y buscar nuevos destinos.

La porta del cel (IV): Pies cansados y ardientes.

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