La posesión sobre las personas: ¿problema psicológico?
sep2013 02
posted by Zulema de Mamá es bloguera on Aprendiendo con dos enanos
Hace unos días vi por las redes sociales una noticia que causaba asombro, e incluso risas entre muchísimas personas. Una chica de 19 años se había tragado su teléfono móvil para evitar que su pareja leyese sus mensajes personales y privados. De entre mis contactos en una red social, pocos fueron los que quedaron sin compartirlo, algunos de ellos incluso con burla incluida.
Muchos daban por hecho que la chica estaba siendo infiel a su pareja, y de ahí a que se tragase el teléfono y evitar que pudiese ver esos mensajes. Incluso más de un periódico dejaba notar cierto interés en saber qué contenían. Pero… ¿por qué se da por hecho algo así? ¿se ha valorado por ejemplo que esta persona estuviese cansada de esta clase de humillaciones y violación de su intimidad y sea eso lo que protegiese?
Sigo reafirmándome en mi pensamiento. Esta clase de relaciones jamás serán sanas ni buenas. Este control se suele dar en personas posesivas, que entienden a la pareja como algo de su propiedad sobre la que tienen todos los derechos. Personas que no son capaces de ver al otro como lo que es, su compañero. Una persona individual que también necesita su intimidad y espacio. Que tiene derecho a conservar su honor.
Ahora bien, ¿qué nos hace ejercer esa posesión sobre el otro? Después de analizar algunos casos cercanos, llego a la conclusión que nuestros propios miedos. En algunos casos son personas que han sufrido infidelidades, en otros personas que han sido infieles… la cuestión es que se trata del miedo a que algo se repita. Pero… ¿nos da derecho nuestro miedo a reducir a otra persona y coartar su intimidad?
La posesión no sólo se da en las parejas. Muchas veces los padres también pecamos en ello, y lo peor de todo es que mayormente ni siquiera nos damos cuenta, o si lo vemos no nos parece algo tan grave. Podemos poner un claro ejemplo cuando una pareja con hijos en común se rompe. Por desgracia los hijos pasan a ser la pelota sobre la que cada jugador quiere ejercer el poder y demostrar su maestría. En estos casos son los pequeños los que quedan prácticamente desprotegidos, ya que las personas que supuestamente deben velar por ellos quedan en una lucha. ¿Podemos aplicar esto a la pareja? Creo y afirmo que sí, si adaptamos el papel de padres a la persona que ejerce posesión como un progenitor y sus miedos como el otro. Nunca deja de ser una lucha, padre contra padre, persona contra miedos. Pero siempre hay alguien que paga el plato roto.