Hoy nos detenemos en uno de mis rincones predilectos de Madrid, siempre es un acierto pasearlo o tomar algo en una de sus tranquilas terrazas, rodeados de su historia. Mientras siga teniendo una vida calmada seguirá siendo un lugar maravilloso.
Cada 3 o 4 años Madrid se renueva y varias de sus zonas, siempre perfectamente acotadas, comienzan a ponerse de moda y a gozar de una espléndida salud. Uno de estos claros ejemplos es el área de Conde Duque, un espacio que se ha contagiado de la jovialidad y aire fresco de Malasaña pero rehuyendo de estereotipos y aglomeraciones. Conde Duque es tranquilo y pausado, no quiere cometer los errores de sus vecinos y además, esconde rincones como el que hoy nos ocupa, la Plaza de las Comendadora s.
Rodeada por las calles de Amaniel, Montserrat, Palma y Acuerdo se extiende esta colorida y alegre placita que siempre nos regala un momento entrañable. Su vida y su nombre van ligados al Convento de las Comendadoras de Santiago el Mayor y a la iglesia que abarcan uno de sus laterales. Esta edificación religiosa tiene sus orígenes en el año 1650 cuando vinieron varias monjas procedentes de Valladolid para gestionarlo, no obstante, el convento que hoy vemos no se empezó a edificar hasta 1774, por orden de Carlos III. Su responsable no es otro que el gran Francesco Sabatini.
La fachada rojiza de su templo siempre me ha llamado poderosamente la atención, aunque cada vez que me he acercado para ver su interior me he vuelto con las manos vacías, conocerlo por dentro y escudriñarlo con esmero es uno de los muchos secretos de Madrid que se me siguen resistiendo. Pero la Plaza de las Comendadoras tiene otros muchos motivos para captarnos y envolvernos. Sus escasos decibelios, sus interesantes locales como Roll Madrid o el Café Federal, su aspecto recogido que nos aísla de esa otra realidad que no se detiene ni un instante. Siempre hay un argumento para visitarla, yo lo hice el pasado sábado y esta fotografía que comparto con vosotros capta a la perfección lo que me pude encontrar.
La Plaza de las Comendadoras es alegre pero sin chillos, es familiar pero sin agobios, es además, una buena sombra en el Madrid más caluroso. Un rincón que mientras se muestre más cercano y próximo a la vida conventual de su inquilino más ilustre que al gentío de la cercana 2 de Mayo seguirá disfrutando de una salud excelente.
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