Igual pero diferente. En la postal de la semana asistimos a una visión distinta del epicentro de Madrid pero la observamos, desde lo alto y desde un corte al que no estamos acostumbrados. Un corte transversal al plano de la ciudad que nos exige una pequeña composición del lugar, antes de dedicarnos a disfrutar de las sublimes vistas.
En primera línea de combate el alumno nuevo, el Museo de Colecciones Reales que tanta controversia, estética y arquitectónica ha suscitado. Parece que hasta dentro de dos años no abrirán sus puertas. Quienes ya llevan mucho tiempo activos son sus compañeros de banco y tonalidad, el Palacio Real y la Catedral de la Almudena. Ambos se dan la mano en una Plaza de la Armería que, incluso desde las nubes, impacta por su tamaño. Todo ello forma un transatlántico gris que parece anclado en el centro de la ciudad.
Después, no es costoso ir reconociendo a los grandes puntos de interés de este cogollo capitalino: el Teatro Real con su tétrica estructura, la Plaza de Oriente o la Plaza Mayor. Sólo tendremos que pasear visualmente por esas calles que tantas veces hemos paseado y, los encuentros arquitectónicos, irán surgiendo solos. Me hace especial gracia la Puerta del Sol. Así en la distancia parece el hoyo de un enorme y marrón campo de gol que responde al nombre de Madrid.
Quien no oculta su verde es el Parque del Retiro. Una frondosa presencia a la que, cuando uno ve la capital en lo lejos, le da el valor que se merece. Su faceta de oasis adquiere pleno significado en paisajes como éste. A sus espaldas, se difumina el horizonte, pero Madrid se sigue prestando a pasiones, amores y desencuentros. Nuestra vista es limitada pero esta ciudad, no.
Foto de Patrimonio Nacional