Una vez más dejo de lado la curiosidad de que todavía hoy, en 2021 se mida la potencia de los motores en caballos de vapor (que es la potencia necesaria para levantar un peso de 75 kilogramos fuerza a un metro de altura en un segundo), dejando rastro de aquella fuerza bruta de los cuadrúpedos que fue sustituida por las máquinas de vapor, y que la tecnología no ha sido capaz de hacer comprender al usuario otra unidad de medida más acorde con los tiempos -con perdón de los hybrid-.
El protagonista de hoy es la potencia. Porque hoy, detrás de dos camiones, he hecho así con la mano derecha y he despertado a la fiera corrupta que se esconde bajo el modo dynamic y he adelantado muy limpiamente y en muy poco tiempo a esos dos dinosaurios cargados de productos comprados por internet. Y he notado que no me he acercado ni por asomo al final de la aceleración. He percibido -he creído- que si esto hubiera ocurrido en una pista controlada, con más camiones y sin los riesgos del tráfico público, si hubiera podido mantener la aceleración durante mucho más tiempo, podría haber adelantado a unos cuantos camiones más.
Para mover de sitio un objeto necesitamos aplicar fuerza. Si hacemos un ejercicio que consista en mover un objeto, pueden ocurrir dos cosas: puede ser que el objeto no se mueva porque pese demasiado o puede ocurrir que el objeto sí que se mueva. Si el objeto se mueve, se dice que la fuerza que hemos aplicado ha producido un trabajo (el trabajo se define como la fuerza que provoca un cambio en el movimiento de un cuerpo). Cuantos más objetos cambiemos de sitio en el menor tiempo, más potencia tenemos. Por eso, la potencia se define como la magnitud que mide la cantidad de trabajo que se hace en cierta cantidad de tiempo.
El torque, por otra parte, es una magnitud diferente, que se obtiene al multiplicar la fuerza que aplicamos por la distancia entre el punto de aplicación de la fuerza y el punto de giro. O sea, que es aquello que nos enseñaron sobre la fuerza por el brazo de palanca. Las romanas, las antiguas balanzas romanas, utilizan este principio para pesar las cosas. Cuanto más cerca del eje, menos pesa la pesa y cuanto más lejos, más.
Está claro que si un motor no tuviese par, si no tuviese torque, no tendría potencia porque ambas magnitudes van de la mano. En realidad, decir eso es tanto como decir que si un motor no tuviese bujías no funcionaría, o que si un motor no tuviese bielas no giraría. Pues claro que no. El torque, como tantas otras fuerzas, piezas, electrónicas, distancias, ejes y mecánicas, hace parte del funcionamiento de una máquina. El torque, el par motor, el acero, los ejes, los tornillos o las juntas hacen que la velocidad llegue a ser protagonista por el uso de la potencia que se consigue gracias a la arquitectura, en este caso, de la moto. Y eso es lo que nos hace avanzar y rodar y gozar de la carretera y comer mosquitos y tostarse al sol y hacer así con el culo en una recta y mirar a lo lejos y sentir a lo grande y desear más y desear menos y creer sin ver y ver sin creer y ser un poco más humano. Y eso.