La práctica número 1 para reducir el estrés
Para realizar las actividades del día a día necesitamos un cierto nivel de estrés que hace que nos pongamos en marcha, nos concentremos y rindamos al máximo de nuestras capacidades. Sin embargo, pasado el nivel óptimo de estrés nuestro rendimiento comienza a descender, cometemos más errores y tardamos más en hacer las cosas.
Los atletas de alta competición gestionan el nivel de estrés de forma que lo mantienen un poco por debajo del nivel óptimo con el fin de poder elevarlo en momentos concretos de una carrera o un salto. Saben, por propia experiencia, que si lo dan todo desde el principio, o en los entrenamientos, en el momento en el que necesiten elevar el nivel de estrés para dar un poco más no les será posible.
El nivel óptimo de estrés es para casos puntuales donde se requiera un rendimiento especialmente alto, un nivel de concentración elevado, y es necesario bajar el nivel de estrés siempre que haya estado a esos niveles.
La siguiente gráfica nos muestra como varía nuestra productividad dependiendo del nivel de estrés que tengamos.
Vemos que es necesario un cierto nivel de estrés para “arrancar” y comenzar a hacer algo. El tener un tiempo límite o una fecha para una actividad, por ejemplo, nos sirve en muchas ocasiones para elevar el nivel de estrés a medida que se acerca esa fecha o el tiempo límite, de forma que, cuando estamos lo suficientemente cerca, es cuando nos ponemos en marcha. De ahí la frase “dejarlo para el final” por la que tanto nos criticamos a nosotros mismos.
Ahora bien, si esperamos un poco más sin empezar, o sin realizar la tarea y el tiempo sigue corriendo, corremos el peligro de que nuestro nivel de estrés sea tan alto que nos impida concentrarnos, tener ideas, afectará a nuestra memoria o a la precisión manual.
Lo que ocurre en ocasiones, o temporadas, es que pretendemos estar al nivel óptimo de productividad durante periodos largos, días o incluso semanas, y el resultado es que sobrepasamos ese nivel y nos anclamos en la zona de baja productividad donde comienza el sentimiento de fatiga, empezamos a dormir mal y nuestra salud se ve afectada.
La práctica que voy a compartir con vosotros a continuación tiene el objetivo de reducir el nivel de estrés de una forma habitual, de forma que nos sea más costoso pasar la zona de estrés óptima o anclarnos en la zona de baja productividad y consiste en lo siguiente:
PARAR, Y CAMBIAR DE CANAL .
¡¡Simple, pero no siempre fácil!!
PARAR significa poner fin a una acción que estábamos realizando, o incluso a una conversación que está ocurriendo en el interior de nuestra mente. Esto resulta más fácil de realizar si ya de antemano hemos elegido un tiempo predeterminado para realizar la acción, o para tener la conversación.
Es curioso como a nuestra mente le es mucho más fácil parar si anteriormente le hemos dado unos límites dentro de los que trabajar. Ocurre además, que el foco de nuestra atención es mucho más preciso y se mantiene donde lo queremos durante más tiempo.
CAMBIAR DE CANAL significa pasar de una actividad, o línea de pensamiento, a otra completamente distinta. Por ejemplo, si estaba enfocado leyendo artículos y buscando información pasar a responder emails. Y cada 2 o 3 horas elegir una actividad que esté destinada al descanso y la recuperación de energía. Puede ser 20 minutos dando un paseo, o escuchar música que nos guste, echarnos una siesta, etc.
Lo importante es que la actividad que elegimos para recargarnos de energía sea realmente una actividad que cumpla con su objetivo.
PARAR Y CAMBIAR DE CANAL, integrando descansos rejuvenecedores, nos mantiene despiertos, alerta, pero sin acumular estrés y sin pasarnos del nivel óptimo.
Diseñar nuestro día con paradas y cambios de canal es por lo tanto la práctica número 1 para reducir el estrés en nuestro día a día.
Si quieres aprender otras prácticas para reducir el estrés resérvate el viernes 19 de Junio, de 18:00h a 20:30h.