Revista Opinión
Nunca hubiera podido imaginar que la economía pudiera llegar a provocar tanto morbo. Los periódicos llevan días siguiendo sin parpadear los vaivenes de la prima de riesgo, una señorita muy sensual que tiene a propios y extraños embelesaos. Unos dicen que mientras se nos van los ojos hacia ella, el ejecutivo excusa su improvisación, echando la culpa a Wall Street. Cortina de humo, dicen. Otros creen que, pese a estar sometido a un embrujo bajo el cual cualquier economía con una voluntad débil cae rendido a sus pies, el gobierno resiste atado, cual Ulises, al palo mayor. Zapatero ha dejado sus vacaciones para seguirle los pasos a la prima; sabe que no es de esas que se dejan amedrentar, que subyuga al más pintado, a menos que estemos atentos, pero confía en la fortaleza de la economía española. Eso dice; vete tú a saber a quién hacer caso. Los ciudadanos hace tiempo que le vimos el liguero a la prima y estamos más tiesos -en un sentido estrictamente crematístico, entendámonos- que un arbotante. Esperemos que el ejecutivo consiga finalmente alejar de nuestra costas a esta arpía en cuerpo de sirena, no sea que acabemos acostumbrándonos a su compañía y no tengamos ni para pipas.
Ramón Besonías Román