Revista Opinión

La primavera da la mano a los Cristos de pasión.

Publicado el 26 marzo 2010 por Adolfo Morales

Suele ocurrirme que cuando llegan estas fechas, -bien sea por percibir las primeras brisas o los aromas de la incipiente primavera, o por el conjunto de sensaciones que desata en las calles, la Semana Santa con toda su parafernalia de colores, tallas policromadas, inciensos, flores o el bullicio más popular y solidario que se produce de común acuerdo de un modo tan espontáneo como transigente- que parece que mi mundo interior, más personal y sensible, se emociona o se encuentra a más flor de piel.
De algún modo, la Semana Santa la he vivido tan de cerca que forma parte de mi conciencia y estilo de vida, y eso siendo y sintiéndome totalmente agnóstico, pero la sensación de la Semana Santa va más allá, es un sentimiento más extraordinario, una mezcla de respeto y diversidad, ajeno a la propia religión. No creo que sea solo la "fe" de los "cristianos", la que mantenga en el tiempo esta admiración, esta confluencia de sentimientos.Al mismo tiempo que los Cristos de pasión y sus Vírgenes, ataviadas con sus mejores trajes salen a la calle, se pasean, bailan, lloran y se estremecen, las primeras brisas de un tiempo que comienza a renacer, van inundando calles y avenidas con los perfumes del azahar y el romero, anunciando que una explosión de vida está entrando, cumpliéndose así el ciclo, rindiendo culto a la vida. 
Estos días y su teatral tramoya cual "Linterna Mágica", hacen que las calles y sus gentes, se agiten, y tanto los visitantes como los naturales del lugar, solidariamente compartan los instantes mágicos que marcan "los pasos" en su transito mundano.
Permítanme que me emocione.
Fotografías: A. Morales (C) 2010

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