Quizá hayas oído hablar de la «astenia primaveral». Personalmente cada año en esta época me acuerdo mucho de ello. Y es que muchas personas con la llegada del buen tiempo sufrimos un «bajón» que afecta nuestra vida en general y nuestra efectividad en particular.
Te afecte o no, y más allá de este ejemplo concreto, lo que es cierto es que todos tenemos días, o incluso temporadas, en las que nos sentimos con menor energía, con pocas ganas de lidiar con todos nuestros frentes abiertos.
Y es que no somos máquinas, no estamos ajenos a lo que nos rodea y es normal que nuestra energía fluctúe. Las causas de esta variación pueden ser múltiples, y muchas veces no podemos ni tan sólo identificar cuales son. Estas pueden ir desde no descansar adecuadamente, a estar preocupados por cualquier problema personal o, incluso, por culpa de alguna mala noticia que hemos visto en el Telediario.
También es cierto que de la misma manera que pasamos épocas malas, también las tenemos buenas. Forma parte del juego.
Y precisamente porque no somos máquinas, no podemos regirnos por principios productivos heredados de «la fábrica». Sin ir más lejos, planificar o priorizar sin tener en cuenta nuestra naturaleza es un gran error. Muchos de los consejos productivos que circulan por ahí, normalmente bajo el paraguas de la «gestión del tiempo», siguen olvidándose de una cosa tan básica como esta.
Estoy convencido que has oído alguna vez aquello de «escoge las tres TMI – Tareas Más Importantes- para el día siguiente y hazlas a primera hora». Bien, correcto, has comprado números para una loteria. Si tienes suerte y las sacas adelante, genial, te sientes bien y con eso ya te has ganado el día. Pero, ¿y si pasas una mala noche, o si al día siguiente y debido a nuestra caprichosa naturaleza estás de «bajón»? ¿Qué pasa? ¿Estás obligado a hacerlas? Si no las haces, ¿Dejas de ser una persona productiva?
Otra cosa te diría. Si encima las tienes que bautizar como TMI, mal vamos. Igual quiere decir que quizá ya se te hayan atragantado… Por lo tanto, no sé si lo mejor es «ponerte la soga al cuello» para hacerlas.
Y, encima, a este simple y incontrolable hecho de nuestra energía fluctuante, añádele todo el resto, que también está. Imprevistos, entorno incierto y cambiante, etc. Realmente, que cualquier tipo de planes que hagas se acaben cumpliendo -TMI incluidas- es todo un reto. ¿Lo que era importante ayer, lo es ahora?
Sé que estarás pensando que muchas veces, aunque estés con baja energía, no hay más remedio que hacer algo. Cierto. Hay unas prioridades que son claramente objetivas, por ejemplo un plazo determinado. Y si el plazo apremia, no hay más remedio. Aún así, hay siempre cosas en tu área de influencia que puedes hacer. Como, por ejemplo, y de acuerdo con lo que te estoy contando, si algo tiene fecha, por muy lejana que sea, hazlo ya. No juegues a la ruleta con eso. Sólo se trata de conocer mínimamente cómo somos y cómo funcionamos, y ser realista.
Realista como, por ejemplo, lo es la planificación adaptativa. Elegir qué hacer en cada momento según las circunstancias precisas de ese mismo momento. Circunstancias que ahora conoces y ayer por la tarde no.
Otra cosa que, por ejemplo, podemos hacer, es dedicar recursos a pensar y definir nuestro trabajo correctamente. Concretar el resultado que queremos conseguir, o redactar de manera detallada las siguientes acciones nos permitirá, incluso en estos momentos de «bajón», ejecutar cosas que de otro modo nos parecerían impensables.
Este par de estrategias son buenos ejemplos de cómo funciona GTD®, y que nos permiten ser personas productivas, incluso en momentos complicados. GTD® te abre una puerta para abandonar el antiguo paradigma de la «gestión del tiempo» y ser una persona efectiva teniendo en cuenta como somos ¿Te animas?
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