La primera.

Es la primera vez que escribo en el blog desde una casa que no es la mía, desde un país que no es el mío; la primera vez que escribo de vacaciones.

Sentada en la mesa del salón del apartamento en el que nos quedamos, junto al balcón por el que entra el sol y una brisa marina que hace que la temperatura sea perfecta. Acabamos de desayunar y tengo a mi novio dormido en el sofá, y a nuestro perro haciendo lo propio en el suelo. No quiero perder del todo esta sensación de felicidad, será por esto que estoy escribiendo.

De vacaciones siempre me siento inundada por momentos de plena felicidad consciente. Son frecuentes las oleadas de alegría, de bienestar y satisfacción. Al principio era un poco vertiginoso, pues junto a la felicidad te invade un pequeño sentimiento de miedo, o de deuda, como si este placer tuvieras que pagarlo de la vuelta a la rutina. La realidad es que ya no me ocurre esto, pues sé, con total conciencia, que es felicidad, sólo felicidad. Y que no se la cobrará el destino, que lo malo que pase, pasará porque así es la vida, no porque haya estado unos días en el paraíso, sintiéndome querida, amando como una loca y simplemente feliz.

P.D.: siempre meto en la maleta de vuelta varios propósitos de enmienda, de una vida distinta y mejor. Esta vez también, y espero que se cumplan.