Como todos sabemos, hasta el siglo I de nuestra era no comienza a expandirse la religión cristiana.
El antiguo París, es decir, Lutecia, se presenta como ciudad relevante alrededor del siglo III d. C.
Es en este momento en el que un obispo italiano muy creyente, Dionisio, se decide a viajar a tierras de la Galia para convertir a los galos.
Pero no todo fue tan fácil, los cristianos no estaban bien vistos y eran perseguidos, apaleados, torturados…
Así que el obispo Dionisio, más conocido actualmente Saint Denis, se aleja un poquito del núcleo de población parisino por si las moscas y comienza a predicar en secreto la palabra de dios.
Toma una cantera abandonada para su misión y los cristianos se reúnen a escondidas y secretamente bajo tierra. Podemos decir que aquí tenemos una de las primeras iglesias del cristianismo.
Para San Denis las cosas no fueron muy agradables que digamos. Al no respetar la Ley de Roma y al dar la espalda a los dioses paganos (o simplemente romanos) fue condenado a muerte.
Le cortan la cabeza en el Monte de los Mártires, es decir, en el actual Montmartre.
Saint Denis toma la cabeza bajo el brazo y comienza a caminar hasta fundirse en el suelo, no sin antes haber parado para lavar su cabeza en una fuente.
El lugar donde se acabaron sus pasos fue donde se erigió la grandiosa Catedral de Saint Denis o la primera catedral de París.
Posteriormente, concretamente en el siglo XIII, se convierte en el “Cementerio de los reyes”, puesto que es en esta catedral donde se agruparon casi todos los monarcas y grandes personajes del poder real.