Edición: Lumen, 2013 Páginas: 168 ISBN: 9788426420930 Precio: 14,90 € (e-book: 9,99 €)
Me imagino que todo esto le está ocurriendo a otro, porque de alguna manera es así, estoy dentro de lo que está sucediendo pero también fuera, quisiera desaparecer pero también no desaparecer. Ya no me apetece encerrarme en el armario porque ahora es un armario cerrado, pero también abierto, ya de nada vale esconderse en casa, puedo lloriquear y sonarme la nariz con el mantel, con las servilletas, con el pijama, con las cortinas del salón. Todo está viejo, todo huele a armario viejo. Abierto de par en par y simultáneamente cerrado a cal y canto. Puedo hacer cualquier cosa y no quiero hacer nada, lo único que quiero es estar como estaba antes. Hundo la nariz en el último pedazo de un rollo de papel de cocina. Me hago un bocadillo de nocilla. La botella de leche está vacía. Bebo agua del grifo, que sabe a cloro.
En invierno, los días son más cortos, pero a mí hoy me parece todo infinito, un larguísimo e incomprensible infinito.
Cada cierto tiempo se publica una nueva novela narrada desde una perspectiva infantil, un punto de vista que suele emocionar a los lectores y dejar huella en ellos, no en vano algunos han sido auténticos éxitos de ventas: Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea, El niño con el pijama de rayas o Las cenizas de Ángela, por ejemplo. Sin embargo, no todos estos libros son iguales. Muchos optan por dar protagonismo a la trama, las aventuras del niño; mientras que otros se proponen un reto todavía más complicado: ahondar en el interior del muchacho, en sus recuerdos y sus pensamientos. Esto último es lo que hace la italiana Marina Mander (Trieste, 1962) en su debut novelístico, La primera mentira, en la que recrea la voz de un niño que un día encuentra el cuerpo sin vida de su madre en la cama. La autora, que trabaja como comunicadora para diversos medios y había publicado previamente algunos relatos, ha sido comparada con Jonathan Safran Foer y será traducida a más de cinco idiomas. Al contrario de lo que puede parecer, La primera mentira no es una historia triste. No, al menos, en el sentido lacrimógeno. Luca, el protagonista, decide que no contará a nadie que su madre está muerta, porque no tiene padre y está aterrorizado ante la posibilidad de terminar en un orfanato. De este modo, se propone salir adelante con la única compañía de su gato e intenta que nadie —vecinos, profesores, padres de amigos— note la ausencia de su progenitora. Hay que dejar claro que la novela no busca el realismo puro —salta a la vista que se trata de una situación bastante poco factible—, sino que se propone plantear cómo serían las sensaciones de un niño que se encontrara en estas circunstancias sin caer en ningún momento en el sentimentalismo. En mi opinión, Marina Mander aprueba el reto con nota: ha conseguido plasmar una voz infantil natural, fresca, simpática y tierna que conecta de inmediato con el lector. Además, consigue hilvanar muy bien los recuerdos de Luca con su presente, poco a poco nos hacemos una reconstrucción de lo que le ocurrió a su madre a través de lo que nos cuenta el niño sobre la soledad y las complicadas relaciones de los adultos. La primera mentira no es una novela de acción ni de grandes acontecimientos, sino un monólogo con la franqueza y la sinceridad brutal de un niño normal, un relato íntimo de silencios y pensamientos, de momentos que provocan una sonrisa y escenas en las que a uno se le encoge el corazón. La prosa resulta amena, está llena de metáforas y comparaciones que dan viveza a la narración y el interés no decae. Como punto negativo, quizá señalaría que la autora intenta crear una atmósfera asfixiante que realmente no he llegado a sentir (me he quedado más con ese equilibrio de ternura y dureza, que tampoco está nada mal); tal vez podría haber sido aún más intensa y penetrante al reflejar la evolución del niño. Con respecto al final, me ha gustado, pero no me habría importado que fuera más allá y alargara la historia de Luca. En cualquier caso, esto último no deja de ser una mera cuestión de gustos, entiendo lo que ha querido hacer Marina Mander y no puedo decir que su propuesta sea mala.
Marina Mander.