Bertha Ringer nació el 3 de mayo de 1849 en Pforzheim, entonces una ciudad perteneciente al Gran Ducado de Baden.
Novia del fabricante de motores Karl Benz, Bertha ayudó a su prometido a mejorar el taller en el que trabajaba, en el que invirtió parte de su dote y se convirtió en una de las inversoras de la naciente empresa automovilística. Pero las normas sociales de aquellos tiempos eran muy estrictas, así que cuando Bertha se casó con Karl el 20 de julio de 1872, ella se convirtió en ama de casa sin ningún derecho empresarial sobre el negocio. Lo que no impidió que la nueva señora Benz, una mujer con inquietudes y preocupada por la buena marcha de la fábrica familiar, estuviera siempre al tanto de su evolución e intentara aconsejar a Karl en todo momento. En enero de 1886, Karl Benz había patentado un vehículo de tres ruedas al que bautizó como Benz Patent Motorwagen. Aquel extraño artilugio no había traspasado los muros de su propia fábrica. Como mucho había hecho algún pequeño trayecto de prueba dentro de los terrenos de las propiedades de los Benz pero aún nadie le veía una verdadera utilidad. Los Benz empezaban a tener problemas económicos y los nuevos inventos de Karl no pasaban de ser prototipos sin salida comercial. Quizás con una brillante visión empresarial o simplemente por curiosidad, Bertha decidió comprobar hasta dónde podría llegar con el extraño triciclo motorizado.“Vamos a Pforzheim a ver a la abuela”. Estas fueron las palabras que Bertha dejó escritas en una nota a su marido la mañana de 5 de agosto de 1888 antes de subirse al Benz Patent Motorwagen junto a dos de sus hijos. El viaje desde Mannheim, donde vivían los Benz, hasta Pforzheim, donde vivía la abuela, se convirtió en un periplo de 106 km. cubierto en una jornada entera. Bertha no disponía de mapas y, por supuesto, nunca había realizado aquel viaje en coche, así que optó por ir haciendo etapas llegando a los pueblos que recordaba cercanos a Pforzheim. El rodeo que dieron los intrépidos aventureros les llevó a tener que subir unas montañas en las que el motor no consiguió alcanzar las alturas.
Bertha y sus dos hijos no se rindieron ante las adversidades. Bajaron del coche para empujarlo ellos sólos o con la ayuda de algunos lugareños que miraban con gran sorpresa aquel extraño artilugio. No fue el único obstáculo que tuvieron que salvar. Faltos de combustible en medio del camino, tuvieron que comprar gasolina refinada en las farmacias, dado que las estaciones de servicios en aquellos tiempos eran ciencia ficción.
La odisea de Bertha Benz no sólo se convirtió en la noticia del momento en aquellos lares sino que su periplo sirvió para impulsar el negocio familiar. Con su viaje había demostrado que el triciclo de Benz era capaz de realizar distancias largas, una vez que hicieran los ajustes necesarios, que la misma Bertha se encargó de apuntar.
Poco tiempo después, las ventas de la marca Benz empezaron a incrementar y con los años se convertiría en una de las principales empresas fabricantes de vehículos en todo el mundo.
La intrépida Bertha Benz aún vivió hasta los noventa y cinco años. Falleció dos días después de celebrar su cumpleaños, el 5 de mayo de 1944.