Revista Maternidad

La primera noche sin el niño

Por Gabriel Benítez @BrazosMi
La primera noche sin el niño
Y yo que, si por mí fuese, me llevaría a mi niño hasta al trabajo (y mira que no me gustaría que visitase mucho ese lugar, ya que dicen por ahí que lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie), he tenido que pasar la primera noche sin él.
En este sentido, hay dos opiniones contrapuestas. Por un lado, hay quien opina que, de vez en cuando, hay que pasar algún tiempo a solas con la pareja para recuperar ese tiempo que últimamente sólo se les dedica a los niños y que no viene mal, como salir a cenar, ir al cine o escaparse un fin de semana. En la parte contraria, estamos los que no queremos separarnos ni un momento del lado de nuestros pequeños.
De vez en cuando, sí hemos ido a hacer la compra o hemos pasado la tarde sin el pequeño, pero de ahí a pasar un fin de semana entero sin él… la película cambia.

No te traumatices, hombre...


No me traumatizo, pero sabía que tenía que llegar el día… Y ese día llegó. Nos fuimos a la boda de unos amigos y dejamos al polluelo con sus abuelos. ¿Con quién va a estar mejor que con ellos? Sabiendo esto, yo estaba bastante tranquilo, pero llegas a acostumbrarte tanto a tu nueva vida en familia que llega el momento en que echas de menos no regañarle por hacer algo que no debe hacer; que venga llamándote, corriendo hacia ti, para enseñarte algún dibujo que ha hecho; o que llore porque no es capaz de hacer algo con la plastilina y tenga que ir a solucionárselo y a quitarle el enfado.
Nos despedimos como si fuéramos a volver en poco tiempo, o eso debió pensar él, ya que no nos echó demasiada cuenta, y nos fuimos.

¿Durante la ausencia, todo bien?


Todo bien, lo normal en estos casos. Llegas allí, te encuentras con amigos que sueles ver, otros a los que hacía ya tiempo que no veías, y cada uno contando sus batallitas sobre cómo les va la vida y cómo les ha cambiado en este tiempo. Llamada a media tarde para saber cómo está el pequeño, a ver si no le está dando demasiada guerra a los pobres abuelos, y desconexión del modo padre para volver al ambiente del sitio donde estás.
Sigues en la boda. Charlas con unos y con otros, bebes, comes, vas olvidando un poco el estrés de tener que estar pendiente todo el rato del pequeño y te das cuenta de que te está gustando, que has vuelto cinco años atrás, que has liberado tensiones.

Pero, ¿qué me estás contando, mal padre?


Que no, que eso no es de ser mal padre. Que el pequeño sigue en mi mente, que sólo estoy divirtiéndome y disfrutando del momento en pareja que hace ya tiempo que no teníamos y que, a veces, es necesario. Además, ya después de la hora de la cena del pequeño, vuelvo a llamar para saber si ha cenado bien y si tiene síntomas de sueño porque suele tener energía para tumbar a la mitad de los invitados de la boda. Me confirma la abuela que todo bien, por lo que seguimos tranquilos.

Conclusión


Se nos dio bien la noche. Como pareja, lo pasamos muy bien. Volvimos a salir solos, sin el niño, como cuando éramos dos. Yo quiero a mi niño con locura, pero he de reconocer que, en ocasiones, es necesario desconectar y despejarse para revivir los tiempos en que fuimos dos.
Si quieres saber qué ocurrió el día siguiente cuando volvimos a reencontrarnos con nuestro pequeño… ¡En otro post, te lo contaré con gran detalle!
Bueno, no. Te lo cuento ya. Llegamos a casa de los abuelos y nos prestó la atención justa. Vino a saludarnos y poco más, como si hiciera diez minutos que nos habíamos ido. Ten hijos para esto… 😂😂😂
¿Cómo fue la primera vez que dejaste a tus hijos en tu ausencia por una noche?

Volver a la Portada de Logo Paperblog