Revista Medio Ambiente

La primera regla del bricolaje y la caca de ballena

Por Davidalvarez

Decía Aldo Leopold que "la primera ley del bricolaje es la de guardar todas las piezas". Se refería a que en un sistema natural, todas las piezas, incluso las más pequeñas, son necesarias y por eso hay que conservarlas. Actualmente ya hemos perdido muchas piezas de ese mueble que es la naturaleza y nos empezamos a dar cuenta de que empieza a cojear, pero por ahora aún se mantiene en pie. El problema es que seguimos perdiendo piezas nuestro mueble se desmoronará sin que podamos remediarlo.

Nadie en su sano juicio puede negar a estas alturas que estamos pasando por una grave crisis climática como consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero. Solo los más necios, o los que tienen algún interés en la industria de los combustibles fósiles, siguen negando esta evidencia. Nuestro consumo energético es mayor que en ninguna época pasada y pretendemos suplir la energía que antes obteníamos quemando petróleo y carbón con la energía que obtendremos a partir de fuentes renovables. No nos planteamos bajar nuestro consumo energético porque confiamos en que la tecnología nos saque del atolladero en el que nos hemos metido. 

Pero en el camino hacia esta transición energética tan manoseada últimamente, estamos dejando de lado muchas piezas de nuestro mueble para centrarnos en solo unas pocas. Es evidente que es necesario poner todo nuestro esfuerzo en luchar contra la crisis climática, pero no debemos olvidarnos de que tan grave o más que la crisis climática es la actual crisis de biodiversidad de la que estamos siendo testigos. La tasa de extinción de especies se ha incrementado exponencialmente en los últimos años y ya es 1000 veces superior a la que tenía lugar antes de la aparición del ser humano. 

La primera regla del bricolaje y la caca de ballena

Según varios estudios, la extinción de las especies más grandes, responsables del 80% de la diversidad funcional del planeta, puede producir un desajuste en el equilibrio ecológico a una escala global. Y solo conocemos algunas de sus consecuencias. Hace unos días se publicó un artículo en Nature, en el que se ponía de manifiesto la hasta ahora subestimada contribución de las grandes ballenas a la productividad global, e incluso a la captura de CO2 atmosférico, responsable en gran parte del efecto invernadero.

En este artículo, los autores estimaron que que las ballenas azules, rorcuales, ballenas jorobadas y ballenas francas, consumían 3 veces más krill del que se pensaba hasta ahora. Por ejemplo, una sola ballena azul podía comer más de 16 toneladas de krill al día. Y gran parte de ese consumo se traduce en una inmensa cantidad de excrementos, que son una fuente muy importante de nutrientes en el océano. Entre esos nutrientes destaca el hierro, que contribuye al crecimiento del fitoplancton, que además de absorber gran cantidad de CO2 es la base de las redes tróficas del océano.

Las ballenas fueron sometidas a una intensa persecución durante el siglo XX, y atendiendo a los resultados sobre su tasa de consumo, los autores de este trabajo estimaron que antes de que la caza industrial las llevara al borde de la extinción, estas ingerían cerca de 430 millones de toneladas de krill sólo en el océano austral, el doble de la biomasa actual de estos crustáceos. Y al mismo tiempo, excretaban 12.000 Tm de hierro, diez veces más de lo que excretan actualmente. 

La primera regla del bricolaje y la caca de ballena

Lo que sugieren estos datos es que cuantas más ballenas había alimentándose de krill, la abundancia de krill era mucho mayor. Es lo que se conoce como la "paradoja del krill", de hecho, donde la presión sobre las ballenas fue mayor, la abundancia de krill se redujo exponencialmente. Esto se explica porque los excrementos de las ballenas aumentaban la productividad marina al fertilizar el agua, contribuyendo así al crecimiento del fitoplacton, que a su vez era consumido por el krill.

Según los autores de este trabajo, antes de que comenzara la caza industrial de ballenas, su contribución a la productividad global del planeta y a la eliminación de CO2, gracias a su papel fertilizador sobre fitoplacton, era equiparable al de los ecosistemas forestales de continentes enteros. De esta forma, la recuperación de la población de estos cetáceos podría servir para restaurar el equilibrio del ecosistema y contribuir de forma natural a la lucha contra el cambio climático.

La primera regla del bricolaje y la caca de ballena

Este papel fertilizador de los depredadores también ha sido descrito en el caso de las aves marinas. El consumo global de pescado por parte de las aves marinas es equiparable, según algunos estudios, a la biomasa extraída por toda la flota pesquera comercial. Y al igual que en el caso de las ballenas, ese consumo se traduce en una ingente cantidad de excrementos que contribuían a fertilizar el océano y a mejorar la producción de fitoplancton, algo que no ocurre con las pesquerías comerciales. El papel de los excrementos de las aves marinas como fertilizante se conoce desde hace tiempo, y de hecho su explotación convirtio a Perú en una potencia exportadora en el siglo XIX gracias al mercado del guano, que eran los excrementos de las aves acumulados durante generaciones en las islas donde se reproducían. 

El guano es rico en fósforo, nitrógeno y potasio y al igual que abonaba los jardines de Europa y Estados Unidos hacia donde se exportaba, los lixiviados producidos al arroyar el agua de lluvia sobre las colonias de aves marinas, fertilizaba las aguas limítrofes, aumentando su productividad y  contribuyendo al aumento de la biomasa de peces.

La primera regla del bricolaje y la caca de ballena

Pero las aves marinas, al igual que las grandes ballenas, han sufrido un importante declive en los últimos años y se ha estimado que su población total ha descendido un 70% entre 1950 y 2010, lo que equivale a una pérdida de 230 millones de ejemplares en 60 años. Y ese importante declive puede tener consecuencias catastróficas para el funcionamiento de los ecosistemas y como hemos visto, para el equilibrio global de la Tierra.

Actualmente estamos asistiendo a un auge desenfrenado en la instalación de parques eólicos, parques solares, estaciones de biomasa, etc, etc, que nos prometen un futuro "verde" y descarbonizado. Pretendemos llenar la superficie de nuestro planeta, tanto en tierra como en el océano, de estas instalaciones, olvidándonos del efecto que pueden tener sobre el resto de piezas de los ecosistemas, sin las cuales, por mucha energía que tengamos, la maquinaria no funcionará correctamente.  

Los parques eólicos marinos pueden afectar a las aves marinas y a los cetáceos, produciendo colisiones con las turbinas, provocando ruido o desplazando sus flujos migratorios, lo que implica un mayor gasto energético para los animales. Asimismo, el cableado necesario para transportal la electricidad crea campos magnéticos que pueden interferir en las migraciones de los peces diadromos y los cetáceos. Todos estos impactos deben ser evaluados rigurosamente antes de la instalación de cualquier parque, evitando las zonas más sensibles, independientemente del potencial eólico que puedan tener. 

Hace unos pocos meses, un grupo de científicos españoles publicó una carta en la revista Science en la que alertaba de los peligros de la avalancha eólica y fotovoltaica que se avecina. Actualmente ya se ha dado permisos para de acceso a la red a proyectos que representan 121 GW,  que sumados a los 36 GW de renovables que ya se han instalado, duplican las previsiones de energía eólica fotovoltaica que aparecen en el borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) para 2021-2030. La lucha contra el cambio climático corre el riesgo de convertirse en una burbuja especulativa del mercado de la energías renovables, llevándose por delante hábitats y especies de gran valor e incrementando aún más la crisis de biodiversidad actual.

No nos podemos permitir el lujo de perder más piezas en nuestro mueble, porque como hemos visto, hasta los excrementos de las aves y las ballenas son tan valiosos que sin ellos todo el planeta se tambalearía.


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